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Carta de Julius Bahnsen a Friedrich Nietzsche de 22 de febrero de 1878: Sobre el concepto de tragedia





[803] 1034. De Julius Bahnsen a Nietzsche, en Basilea.

Lauenburg in Pommern, 22 de febrero de 1878

 

Estimado Sr.:

            El azar a tenido a bien hacer que es estos precisos días, al tiempo que cruzaba la diagonal geográfica Kiel-Graz, que se cruza con la nuestra, haya realizado una lectura más precisa de algunos de sus escritos: Nac.[imiento] de la trag. [edia], Consid. [eraciones] intemp. [estivas] 1 y 3, quedando impresionado por la gran coincidencia mutua ―en parte, incluso literal― en la que se encuentran algunas de nuestras concepciones fundamentales.

            La verdad es que ya antes sus esfuerzos no me resultaban desconocidos por completo, y hace unos dos años pude constatar su lucha contra los filisteos de la educación [Bekämpfung des Bildungsphilisters], aunque no pude reconocerme por completo en su restringido concepto de la cultura, quizás debido a que, como consecuencia de una particular carencia, me ha sido negado el órgano para comprensión específicamente musical. Esto ha contribuido a mantenerme alejado de su exposición de la “tragedia”, especialmente porque para mí en este apartamiento en el que vivo, me resultan inalcanzables las interpretaciones de la música wagneriana. Por tanto, si no quiero privarme de toda comprensión de lo trágico, he debido rodearme de otro concepto de lo trágico, por así decirlo, para mi uso doméstico [zu meinem Hausbedarf], y lo concibo ―como se muestra en mi escrito conmemorativo para el jubileo de la Universidad de Tubinga― más metafísicamente [mehr metaphysisch] o, si usted lo prefiere, prácticamente, como un concepto exclusivamente estético y propio de la historia del arte [ästhetisch und kunsthistorisch].

            Pero, a pesar de estas únicas discrepancias fundamentales, quedan, creo yo, suficientes puntos de contacto, e incluso verdaderos puntos de coincidencia, en lo que se refiere a las concepciones principales.

            También acentúa usted, con predilección, la contradicción originaria y la contradicción del mundo [Ur- und Welt- Widerspruch], que constituye el tema de mi “dialéctica real” [804]; rechaza abiertamente, asimismo, la lógica materialista y defiende con ardor el conocimiento intuitivo, de manera que resulta chocante hasta qué punto coinciden nuestras opiniones hasta en determinados aspectos particulares.

            Así, he leído con enorme satisfacción su descripción caracterial [charakterographische Schilderung] del “hombre schopenhaueriano” ―tales imágenes son mi especialidad más propia, y aquí podría suscribir incluso cada rasgo específico― (por cierto, puede encontrar usted un fragmento paralelo en el capítulo “El hipercefálico” del escrito El progreso a la luz de Schopenhauer y Darwin, de Emerich Du Mont). Y lo que me gusta completamente es su tratamiento del individuo “sano”, como variante de uno de los temas favoritos de mi Caracterología.

            A esto añádale que su pesimismo le lleva también a polemizar contra la absoluta soberanía del Estado [absolute Staatssouveranität] en general y la novísima gloria del Imperio [Reichsherrlichkeit] en particular y, a renglón seguido, le hace llevar a cabo una recusación in specie de la Universidad y de los Institutos de Secundaria: ya esto legitimaría la tesis de que nosotros, en más de un fragmento, nos remitimos uno al otro.

            Así que en este sentido, y bajo la estrella del actual nonagésimo aniversario del nacimiento de nuestro común maestro, me siento llamado a proponerle que seamos hermanos de armas [Waffenbrüderschaft anzutragen].

            El destino que afecta a mis obras, y que hace que sobre ellas se cierna un silencio mortal, es algo que a usted no le asombrará en absoluto y, más bien, servirá a sus ojos como una carta de recomendación para las mismas. Sin embargo, me queda la duda de si ha llegado a conocer mis publicaciones, o a qué número de ellas ha podido tener acceso, por lo que me gustaría ofrecerle un eventual complemento. Me refiero, en especial, a un par de tratados concretos dispersos, de los cuales supongo que no habría tenido noticia, pero que han de valer, por el momento, como [805] un prospecto de la obra principal propiamente dicha, ya que la casa O. Wigand no tuvo ningún escrúpulo, hace cosa de un año, de retirarse unilateralmente del compromiso firmado, cuando se le presentó preparado para la imprenta el manuscrito original (La contradicción en el saber y en la esencia del mundo, o la dialéctica real, según su principio y comprobación concreta). Desde entonces, he tenido ocasión de comprobar hasta la saciedad cuán celosamente diligentes se muestran incluso las revistas que se llaman a sí mismas “filosóficas”, cuando se trata de reprimir las producciones de nuestra escuela; de hecho, a mí me negó Avenarius la aceptación de una “Reseña del autor” en su revista cuatrimestral que, no sabe duda, es de lo más “científica”.

            Así pues, me gustaría saber sí puedo serle útil, quizás con el envío de estos trabajos míos, o de algún otro.

            Hasta entonces, aprovecho la ocasión que se me ofrece para saludarle, consciente de que compartimos un mismo esfuerzo y expresándole mi más sincero aprecio.

Suyo, con afecto,

Dr. Julius Bahnsen

 

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