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MANLIO SGALAMBRO, CRÍTICO DE SCHOPENHAUER E INTÉRPRETE DE MAINLÄNDER (TRES REFLEXIONES DESDE EL CENT

MANLIO SGALAMBRO, CRÍTICO DE SCHOPENHAUER E INTÉRPRETE DE MAINLÄNDER

(TRES REFLEXIONES DESDE EL CENTRO DEL NIHILISMO)

Manuel Pérez Cornejo, Viator

Ante todo, quisiera agradecer al Dr. Winfried H. Müller-Seyfahrt su amable invitación para participar en estas jornadas dedicadas a la influencia que Italia ejerció sobre el pensamiento de Schopenhauer y Mainländer, así como a la influencia que ambos filósofos han tenido sobre la filosofía italiana actual.

Es para mí un sueño, y a la vez un honor, estar en este lugar, Sorrento, que ha inspirado a genios como Mainländer o Nietzsche. Espero que la atmósfera maravillosa de este lugar inspire también mis modestas palabras.

En mi ponencia me propongo analizar brevemente la recepción que ha tenido la filosofía de Schopenhauer y Mainländer por parte del filosofo siciliano Manlio Sgalambro, al que considero el más digno sucesor del pensamiento de ambos en nuestros días.

He titulado mi ponencia:

MANLIO SGALAMBRO, CRÍTICO DE SCHOPENHAUER E INTÉRPRETE DE MAINLÄNDER

(TRES REFLEXIONES DESDE EL CENTRO DEL NIHILISMO)

y dice así:

En el «Prólogo» a Ecce homo (1888) se preguntaba Nietzsche:

«¿Cuánta verdad soporta, cuanta verdad osa un espíritu? Esto se fue convirtiendo cada vez más, para mí, en la auténtica unidad de medida (…), pues hasta ahora lo único que se ha prohibido siempre, por principio, ha sido la verdad»[1].

Pues bien, si la voluntad de verdad ha de ser el criterio para medir la altura de una filosofía, entonces hay que convenir en que la filosofía del pesimismo italiano ocupa uno de los puestos más alto del ranking filosófico. Los miembros de esta corriente: Giacomo Leopardi, Giuseppe Rensi, Carlo Michelstaedter, Guido Ceronetti, Mario Andrea Rigoni y Manlio Sgalambro, a los que Laurent de Sutter llama «[les] métaphysiciens des ruines»[2], no se han prohibido indagar ninguna verdad, y han tratarlo de conocerla hasta el final, aceptándola con todas sus consecuencias.

A esta corriente filosófica italiana hay que reconocerle dos méritos muy importantes: en primer lugar, su originalidad e independencia, pues todo apunta a que Leopardi desarrolló su pensamiento poético-filosófico de forma autónoma, sin llegar a conocer la obra de Schopenhauer; y en segundo lugar, la ausencia en dicha corriente del componente oriental, característico del pesimismo germano, ya que no se detecta en ninguno de los autores mencionados una influencia notable del hinduismo ni del budismo. A mi entender, esta última circunstancia dota al pesimismo filosófico italiano de un gradiente de angustia y desesperación más intenso, si cabe, que el alemán, aunque la forma adoptada por su reflexión sea mucho menos rigurosa. Así, por ejemplo, Leopardi, en su Zibaldone di pensieri (1817-1832), plantea un pesimismo que carece de cualquier matiz redentor: aquello que sirve de acicate a la vida, tanto en el plano individual como histórico, son las ilusiones, y la pérdida de tales ilusiones, debido al avance de la ciencia y el conocimiento de la verdad, se traduce inevitablemente en pesimismo vital y muerte. Nietzsche tomará buena nota de todo ello, a la hora de incluir a Leopardi en su lista de «los pesimistas modernos como décadents»[3], e invertirá la amarga reflexión leopardiana, para ponerla a la base de su perspectivismo vitalista.

Siguiendo la estela de Leopardi, el resto de los pesimistas italianos —cuyas obras han tenido, en general, un carácter asistemático y aforístico, seguramente motivado por su deseo de aproximarse a la irracionalidad de la vida— han seguido caminos diversos: Rensi y Michelstaedter desarrollaron una reflexión cercana a Heidegger y al existencialismo[4], al tiempo que Ceronetti se ha aproximado al gnosticismo y Rigoni a Cioran. No obstante, pienso que el autor más fiel a la hora de recoger la herencia del pesimismo alemán, ha sido Manlio Sgalambro (1924-2014), quien, aun reconociendo múltiples influencias sobre su pensamiento (cita, entre otros muchos, a Bossuet, Descartes, Spinoza, Kant, H. Cohen, Leopardi, Nietzsche, Hegel, Marx, Cioran, Papini, o Rensi), puede considerarse, sin duda, el principal epígono italiano de dos de los grandes maestros del pesimismo germánico: Schopenhauer y, sobre todo, Philipp Mainländer.

Sgalambro fue conocido por el gran público gracias a sus colaboraciones con su compatriota, el cantante y compositor siciliano Franco Battiato, para quien compuso numerosas letras de canciones, e incluso algunos libretos operísticos, como Gli Schopenhauer (1998) o Il cavaliere dell’inteletto (1994) (ópera centrada en la figura de Federico II Hohenstaufen, siguiendo la senda abierta por Mainländer en su trilogía dramática Die letzten Hohenstaufen (1864-1865)). Hoy sabemos, sin embargo, que aquel individuo serio y un tanto socarrón, de apariencia un poco histriónica, fue seguramente uno de los pensadores más lúcidos del último cuarto del siglo pasado, un émulo de su compatriota Gorgias, cuya mente genial se atrevió a emprender, de la mano de sus precursores Schopenhauer y Mainländer, el peligroso viaje al centro del nihilismo.

No es posible entender la trayectoria recorrida por el filósofo de Lentini sin tener en cuenta su punto de partida, que no es otro que la crítica al pesimismo schopenhaueriano, al que, aun admirándolo, tilda de pesimismo «ancien régime»[5], por su apocamiento a la hora de abordar el problema del mal. Sgalambro rechaza la idea schopenhaueriana de que el mundo es representación, ya que, para él, igual que para Mainländer, el mundo existe con independencia del sujeto del conocimiento, y pensar lo contrario (como ya había sostenido Hegel), resulta «infantil». El mundo se encuentra ahí, como constata la ciencia contemporánea, sea cual sea la representación que de él nos hagamos, y es, sin duda, un mundo horrible, que «se debe a un demonio»[6]. Y el objetivo de ese camino iniciático que es la filosofía ha de ser, según la entiende Sgalambro, aprender a juzgar ese mundo en su verdadero valor, que es, esencialmente, pésimo[7].

Sgalambro critica el pesimismo de Schopenhauer por su subjetivismo y antropocentrismo: se trata de un pesimismo «demasiado humano», es decir, demasiado centrado en la vida y en el sufrimiento del hombre. El verdadero pesimismo debe ser más radical y más objetivo; debe colocarse mucho más allá del hombre[8], prescindir de cualquier sentimentalismo[9] y apuntar a la totalidad de lo real[10], dándose cuenta de que esta realidad es «lo pésimo en sí», lo «peor».

Esta necesidad de pensar no solo lo mejor (la idea), sino lo peor, ya había sido señalada por el propio Platón (Fedón, 97d4). Sgalambro, en uno de sus característicos giros humorísticos, une esta tesis de Platón con el leitmotiv husserliano del «retorno a las cosas mismas» (zurück zu den Sachen selbst!): en su interpretación, el pesimismo debe retornar al Lebenswelt, para conocer, sin eludirlo, su peor aspecto. Debe darse cuenta de que «(…) el mundo tiene el aspecto de algo que apenas y difícilmente puede seguir adelante; dicho de otro modo: es “malo” tanto como puede conciliarse con su existencia real [11].» Y es de esta imagen pésima del mundo de la que debe partir el «peorismo», no del sufrimiento vital del hombre. Lo importante para el pesimismo es que haya un mundo, y que ese mundo no sea una mera representación: sólo entonces se superará el «pesimismo del sufrimiento» y nos quedaremos con el verdadero pesimismo, que es el «pesimismo de la verdad», que reconoce sin tapujos la existencia del mundo, y que ese mundo es lo «peor».

El pesimismo «peorista» que nos propone Sgalambro es «anterior a Cristo», porque ha renunciado a cualquier posibilidad de mediación y a toda esperanza[12], y se ha dado cuenta de que la verdad está en contra nuestra. Pero, ¿cuál es esa verdad, la peor de todas?

Conocerla exige resucitar la teología, es decir, volver a la idea de que la filosofía es ancilla theologiae, pero no de la teología basada en la fe, al modo de la escolástica medieval, sino de una nueva teología, emancipada, practicada por teólogos cínicos y duros, que, habiendo asumido la «truculenta filosofía de Schopenhauer»[13], lleven a cabo un «itinerarium mentis contra Deum»[14], atreviéndose a considerar a Dios, no el ente supremo, sino el ser ínfimo, prácticamente equivalente a nada. Han de ser lo que Sgalambro llama «teólogos impíos», al estilo de Giulio Cesare Vanini, que centren su pensamiento en Dios, no para negar su existencia, sino para separarse de él[15], por considerarlo un ser detestable. La teología, tal como la entiende Sgalambro, debe mostrar, en suma, la «banalidad de Dios»[16].

Pero hay más: ese ser que es Dios, al estar dotado tan solo de predicados negativos (como afirmaba Hegel al comienzo de su Ciencia de la lógica[17]), es también «la nada en el sentido más ignominioso»[18], y no puede ser otra cosa que un «essere annientante», es decir, un ser aniquilador, un Dios-Moloch[19], que se identifica con la Nada y la Muerte: «No es Dios la muerte —sentencia Sgalambro—, sino que la muerte es Dios»[20], el aniquilador perpetuo del ente. Por consiguiente, no es que el nihilismo surja de la pérdida de la fe en Dios, como suponía Nietzsche, sino que en el centro mismo del nihilismo nos encontramos con el propio Dios, una suerte de «agujero negro metafísico», que engulle infinidad de entes.

Entre esos «nuevos teólogos» que han vuelto a traer a la palestra el problema de Dios, Sgalambro incluye, aparte de él mismo, a Nietzsche y Mainländer, pero, oponiéndose a la corriente predominante en la filosofía de finales del siglo pasado, centrada en la reivindicación del vitalista Nietzsche, Sgalambro, cavaliere dell’inteletto, rompe una lanza a favor del olvidado Mainländer, pues considera que el «pobre Nietzsche», como él lo llama, ha construido su filosofía en torno a la ley de la conservación de la energía, mientras que él, en la línea de Mainländer, se define a sí mismo como un «filósofo termodinámico», pues reivindica el papel esencial que la ciencia contemporánea debe jugar en el neopesimismo. Para Sgalambro «no hay metafísica sin física»[21], y la ciencia contemporánea demuestra, bien a las claras, que todo del universo está en contra de la «parte», es decir, en contra nuestra. Esto dota a la ciencia contemporánea de un talante pesimista, al que acompaña siempre cierto sentimiento de tristeza.

Dentro de la ciencia contemporánea, se revelan especialmente importantes para nuestro viaje al centro del nihilismo las implicaciones metafísicas del problema de la energía. Según Sgalambro, los escritos termodinámicos de Sadi Carnot, Rudolf Clausius o Ludwig Boltzmann son más decisivos para la metafísica que las reflexiones de Aristóteles o Hegel, pues nuestra física llama a la «"nada» por su nombre, cuando formula la segunda ley de la termodinámica (que constituye el ataque más potente de Boltzmann contra Schopenhauer y Nietzsche)[22]. El mérito de la ciencia moderna consiste, sobre todo, en «haber objetivado la nada», primero, mediante el omnipresente cálculo matemático[23], que es en sí mismo nihilismo puro, desde el momento en que reduce a picadillo el ser disolviéndolo en fórmulas vacías, y luego, a través de una teoría físico-química, cuyo modelo del universo termina colapsando en el abismo de la entropía.

Sgalambro considera que, dentro de esos terribles teólogos contemporáneos, Mainländer fue el primero en darse cuenta de que la entropía que recorre el universo físico constituye el eco de una entropía teológica mucho más profunda, y que la radiación de fondo que detectan nuestros astrónomos no es otra cosa que el eco de la voz del Dios muerto, cuya auto-aniquilación dio origen al mundo:

«Desde que Nietzsche se apropió de él, sin cumplidos, hubo un antes y después para el tópico de la "muerte de Dios". Para Mainländer (...) el mundo es el efecto de la auto-aniquilación de la causa (...): "Gott ist gestorben und sein Tod war das Leben der Welt." (...) Mainländer escribe que Dios pasa del ser al no-ser, de trascendente a inmanente. Es como si Dios ―designado por este nombre solamente en el momento inicial― se des-teologizase, se des-divinizase progresivamente. [Para Mainländer, dice Sgalambro,] La idea de Dios volvería a ser legítima si fuese pensada como la explosión de un centro ideal, de una X, y aun esta, cogida solamente en el momento de desintegrarse. Delante de la imagen del Esse ipsum que se disuelve, el atraso del ateísmo sería evidente. El problema determinante de la metafísica pasaría a ser el del auto-aniquilamiento de Dios. Las cosas se constituirían por una especie de efímera entificación, por una detención momentánea del ser en el curso de su volverse nada»[24].

Así, nuestra ciencia físico-matemática, experta en agujeros negros, nos lleva al centro del «agujero negro divino». Nos hace comprender que este universo miserable es perecedero, que desaparecerá sin remedio, a causa de su «muerte térmica [Wärmetod]». Uniendo, humorísticamente, el vitalismo bergsoniano con el entropismo de Mainländer, Sgalambro afirma que el cosmos está atravesado por un élan mortel, que lo arrastra hacia su disolución. Para Sgalambro, igual que para Mainländer, la muerte térmica del cosmos sustituye al eschaton redentor, bajo la forma de un «apocalipsis termodinámico», progresivo y sosegado, que Sgalambro describe en términos crepusculares[25], a la manera de Im Abendrot, el último de los Vier letzte Lieder de Richard Strauss:

«Es un momento inigualable. Un extinguirse lento y majestuoso, dulce y sin estremecimientos. Casi tan bello como un crepúsculo cantado en un viejo Lied. Fini du tout»[26].

Lo mismo que Mainländer, y al contrario que Nietzsche, Sgalambro nos propone, por tanto, una filosofía de la destrucción, no de la creación, porque la creatividad desbordante, que se da tanto en la naturaleza como en el arte, solo contribuye a disipar aun más rápidamente la energía, como muestra Mainländer en su novela Rupertine del Fino, a través de la figura del pintor Otto von Dühsfeld, que derrocha sus fuerzas vitales hasta perecer:

«Cuando sintáis decir "creación" (...), es necesario que os corrijáis y digáis "destrucción". (...) Esta destrucción originaria la confirma (...) la teoría de un joven (expuesta en la Philosophie der Erlösung), que quiero resumir así: la idea de totalidad deviene legítima, si se la piensa como un destruirse de un centro ideal, de una X que es cogida en el acto de disgregarse como un todo que se deshace. ¿Somos destruidos por un Dios junto con él mismo? (El joven del que hablo así lo piensa)»[27].

Sabemos cómo, partiendo de esta particular versión tanatológica del principio spinoziano: «Deus sive natura (mortua)», Mainländer construyó su teoría ética y política. En ética, predica la renuncia a vida y la virginidad, como caminos para alcanzar la redención individual, tras la comprensión de que el no-ser es preferible al ser; en política, se muestra partidario del comunismo, dentro de lo que él llama el «Estado ideal», cuya realización demostrará a todos los seres humanos que la riqueza no proporciona la felicidad, y eso les dispondrá a emprender el camino de la verdadera redención, mediante la renuncia colectiva a la vida.

Sgalambro, por su parte, también hace depender su filosofía práctica de la naturaleza entrópica de la realidad. Su objetivo es elaborar una «crítica de la razón práctica para el uso de los moribundos»[28], es decir, una ética y una política que fijen sus miradas en «das Ende aller Dinge»[29], y desarrollen su reflexión no desde el inicio, sino desde las postrimerías del universo. Hemos de imaginar que somos «contemporáneos del fin del mundo»[30], pues solo adoptando ese punto de vista podremos comprender el absurdo del mal y del dolor, y aproximarnos a nuestros compañeros en este viaje absurdo que todos compartimos hacia la nada, para despedirnos de ellos con un abrazo fraternal. Únicamente la conciencia de la catástrofe universal puede servir de fundamento a una ética y una política capaces de unir a todos los seres humanos.

El imperativo de la nueva moral sgalambriana dice, pues: «sé contemporáneo del fin del mundo»[31]. La certeza de la inevitable catástrofe que nos acecha, así como la segura aniquilación de todo en el vórtice de la nada, son la base de la ética consolatoria y de la peculiar versión del comunismo que nos propone el filósofo siciliano. Si Mainländer construye su ética sobre el egoísmo esclarecido por el conocimiento de la verdad, la ética sgalambriana se basa en la idea de la consolación, que recoge, sobre todo, de Séneca y Boecio y de la literatura consolatoria del humanismo renacentista.

Hay que decir, no obstante, que la consolación que nos propone Sgalambro excluye cualquier esperanza religiosa: en un mundo destinado a la aniquilación, en el que la verdad está en contra nuestra, y en el que todo apunta hacia el fin y la muerte, tanto individual como colectiva, parece claro que no cabe esperar nada, salvo tener el coraje de decaer con dignidad[32]. La ética debe darnos fuerzas para aguantar la verdad fatal, y debe hacerlo, no tanto mediante la acción (que suele desencadenar peores males), sino mediante el gesto y la palabra, que edifican el alma desconsolada del sujeto, confortan al desesperado y le enseñan a no esperar nada; pues, paradójicamente, es la falta de esperanzas la que reconforta al individuo (ya que la angustia y la desesperación surgen cuando el hombre espera algo que no acaba de llegar)[33]. En la ética para moribundos sgalambriana, la simple palabra constituye la «última luz»[34] que ilumina los pasos postreros del sujeto, antes de la extinción total. Este poder persuasivo de la palabra, que entronca con el concepto de persuasión teorizado por Michelstaedter[35], es la única baza con la que cuenta el filósofo para ayudar a su prójimo a consolarse ante la miseria de la vida.

En política, tanto Sgalambro como Mainländer, frente a Schopenhauer, son partidarios del comunismo, si bien se trata de un comunismo desesperado, que Sgalambro situa en «el punto de llegada del pesimismo occidental»[36]. Paradójicamente, el comunismo sgalambriano tiene un matiz conservador, pues rechaza explícitamente lo que denomina el «comunismo de la merde», propio de mendigos y miserables, y se apoya, más bien, en la conciencia de que es necesario unirse y colaborar con los demás, a fin de hacer la vida más soportable y conservar lo que se pueda en un mundo en el que, como hemos dicho, todo está en contra nuestra. El comunismo es, además, la última esperanza para el mundo occidental, cuya civilización ―única que merece este nombre, porque Oriente o el Islam son, según Sgalambro, solamente «maneras de vivir» y no civilizaciones―, se encuentra falta de energías y en decadencia[37]. Pero Occidente, por su posición crepuscular, tiene la ventaja de «contemplar de cerca el fin del mundo»[38], y eso le permitirá cobrar mejor conciencia de la verdad y prepararse para el advenimiento de la «edad del gran pesimismo», en la cual «bandas de occidentales (...) practicarán el comunismo, a medida que las estrellas se vayan apagando, una a una."[39] El comunismo sgalambriano es una suerte de «comunismo para solitarios», en el que los últimos herederos de nuestra cultura se reunirán y colaborarán desesperadamente, para rescatar los últimos restos del naufragio de nuestra civilización, «la más bella forma que la historia haya tenido jamás»[40].

Pasando, finalmente, al ámbito de la estética, vamos a realizar una breve comparación entre las estéticas de Schopenhauer, Mainländer y Sgalambro. Tanto Mainländer como Sgalambro, rechazan la estética schopenhaueriana, basada en la «conciencia mejor» de un sujeto liberado que, emancipado de la voluntad, conoce las ideas en las que esta se objetiva a través del arte, y penetra en la cosa en sí gracias al poder de la música.

Mainländer entiende el arte, más bien, como «el reflejo transfigurado de la naturaleza»[41], que le permite al hombre, por un lado, entenderse a sí mismo y al mundo, y, por otro lado, encontrar un paliativo al infierno de la existencia. Si el arte es realista, le muestra al hombre los movimientos que agitan el interior de su voluntad; si es idealista, le hace revivir, por un instante, el momento anterior al inicio del mundo, en el que Dios aún disfrutaba de plena armonía interna, así como el primer movimiento, libre y armónico, por el que decidió pasar del ser al no-ser. La música, por su parte, gracias a las vibraciones sonoras, consigue hacernos vibrar con los estados que experimenta la voluntad ajena, por lo que, aunque no es el arte supremo (este título se lo adjudica Mainländer a la poesía), sí es el arte más conmovedor. Arte y música preparan nuestro espíritu para la redención, que solamente podremos alcanzar mediante la conversión ética, producida por el aumento del conocimiento.

Sgalambro también interpreta el arte y la música como el «bálsamo de Fierabrás» capaz de calmar, hasta cierto punto, el dolor del espíritu humano. Ambos son parte imprescindible de la impedimenta que ha de llevar consigo el cavalire dell’inteletto que pretenda aventurarse en el centro del nihilismo. Pero el filósofo de Lentini rechaza tajantemente la idea nietzscheana de que «sólo como fenómeno estético están eternamente justificados la existencia y el mundo»[42]. Para Sgalambro, la conocida tesis de Nietzsche, según la cual «como fenómeno estético la existencia nos sigue siendo soportable»[43], es la principal responsable de la liquidación del pesimismo, para el cual el mundo carece de toda justificación, y su sustitución por el cruel pensamiento de lo trágico:

«Las palabras corruptoras de Nietzsche: la existencia y el mundo están justificados como fenómeno estético, es decir, como tragedia (...), [hacen] del sufrimiento [la] levadura de la belleza y de la afirmación heroica: he ahí el sentido nefasto y anti-pesimista de lo trágico: la transformación del mundo en objeto heroico-estético. Del pesimismo se pasa aquí al tragicismo, donde el horror del mundo se convierte en objeto de un placer digno de reyes»[44].

Frente a esta interpretación que justifica la crueldad de la existencia, Sgalambro disocia la belleza del ser. La belleza se caracteriza, según Sgalambro, por trascender y destruir la obra de arte, que se ve atravesada por algo que no pertenece a la realidad: el fulgor de la belleza:

«Lo bello hace pedazos aquel pedazo de ser que es la obra de arte. Es la patente insuficiencia del ser lo que nos hace anhelar lo bello»[45].

«En la belleza, la obra de arte misma desaparece, tragada por el fuego sagrado. La belleza destruye la obra de arte a través de la que aparece. (...) La belleza es el éxodo de este mundo»[46].

Así pues, para Sgalambro, la belleza no es ni un trascendental del ser[47], ni «el esplendor de todos los trascendentales del ser juntos»[48], como sostienen Gilson o Maritain, respectivamente, sino que es objeto del deseo de algo mejor que el ser, y surge, precisamente, cuando la obra de arte es aniquilada en su vulgar realidad: «[La obra de arte debe] morir, para que la belleza aparezca, dejándonos solamente "l'anéantissement"»[49], algo parecido a lo que afirma Mainländer en Rupertine del Fino, cuando señala que, para contemplar la belleza se requiere atravesar las obras de arte, penetrar en su «luminoso éter», e ir «más allá de ellas»[50].

La teoría musical de Sgalambro es ecléctica, pues mezcla las aportaciones de Schopenhauer y Nietzsche, aunque carece de los componentes místicos que le atribuye el filósofo de Danzig. Sgalambro coincide con Schopenhauer en que «la música revela la esencia del mundo», pero justamente por eso: por incluir y tratar de armonizar las disonancias, puede llegar a ser horrible[51]. En este terreno, la originalidad de Sgalambro estriba, sobre todo, en su valoración de la música pop-rock frente a la música clásica contemporánea, y en la búsqueda de las raíces de esa música en el propio Nietzsche[52]. Según Sgalambro, la música pop-rock actual constituye el dionisismo de nuestro tiempo, siendo las discotecas y salas de conciertos los «pequeños nirvanas»[53], en los que nuestros jóvenes neoplatónicos, vestidos con camiseta y shorts, tratan de alcanzar la fusión con el Uno, que ya no existe[54].

Para Schopenhauer, la música es el arte supremo, capaz de expresar los movimientos de la cosa en sí, es decir, de la voluntad; Sgalambro, por su parte, hace de ella, por así decirlo, el órganon de su filosofía. Esas canciones modernas, en las que «parece haberse concentrado toda la poesía posible en nuestro tiempo, como si en ella exhalase el último (o al menos el penúltimo) suspiro»[55], suponen, por una parte, un divertimento y un consuelo para los hombres de esta época terminal, en la que naufragan más de dos mil años de civilización occidental[56]. Pero, por otra parte, la música popular de nuestros días, dada su ínfima calidad, es un testimonio de la muerte del espíritu. En este sentido, para Sgalambro, como dice A. Carulli, «el pop es (...) el otro lado del sol que muere, the bright side of the moon»[57]. Esas frívolas cancioncillas, que inundan las ondas, son nulas en y por sí mismas, y por eso encarnan a la perfección la nada hacia la que nos dirigimos: de ahí la proliferación de muertes prematuras y suicidios entre los jóvenes músicos de la época del gran nihilismo, así como la tendencia generalizada a la inconsciencia, provocada por el alcohol y las drogas, que caracteriza a las masas rockeras. La música actual es, sin duda, «música entrópica, música que se destruye a sí misma»[58], pero, a la vez, tiene el valor de unir a los seres humanos entre sí, en la comunidad fraternal de los conciertos, anticipando con ello el comunismo que deberemos poner en práctica, cuando se aproximen los últimos días de la humanidad.

Consolación, arte y música, son las tres armas que el cavaliere dell'inteletto sgalambriano debe esgrimir contra los gigantes del nihilismo y la desesperación. ¿Y el suicidio? ¿No lo había consumado su admirado Mainländer, creyendo así reproducir el primer y único acto, absolutamente libre, consumado por la Divinidad pre-cósmica, acelerando el inevitable salto a la nada? Lo cierto es que Sgalambro no se suicidó, y vivió hasta la respetable edad de noventa años. Quizás pensaba, como Ciorán, que «solo se suicidan los optimistas que ya no logran serlo. Los demás, no teniendo ninguna razón para vivir, ¿por qué la tendrían para morir?»[59]

En una carta, redactada por su alter ego Anatol para una amiga imaginaria, leemos lo siguiente: «para el héroe moral, el suicidio siempre es posible, (…) él siempre tiene abiertas las puertas del mundo, para salir de él, como quien sale a dar un paseo. Sonríe y se va a estirar las piernas. Te autorizo a suicidarte, sí, pero solo en un momento de alegría»[60]. Mas, cabe preguntar: en un mundo como el que hemos descrito, ¿cuándo nos será dado disfrutar de un momento de alegría? De manera que el suicidio puede muy bien dilatarse: «Ciertamente, un día será necesario pegarse un tiro, pero entretanto, vivamos ("yo soy" no significa el "yo existo" de Descartes, sino: "yo no me he matado aún". En la época del fin del mundo, esto es cartesianismo)»[61].

El suicidio es propio de otra época más seria, como la Antigüedad clásica, en la que la vida estaba llena de ilusiones, y la desilusión llevaba al hombre a poner fin a una existencia que había perdido su valor; pero nosotros estamos muertos en vida, porque vivimos en una época terminal, que carece de ilusiones. Siendo así, ¿por qué poner fin a algo que ya se ha acabado? El suicidio siempre puede practicarse, pero ha quedado anticuado, y quien lo lleve a efecto, lejos de dar testimonio de su indignación contra la injusticia de vivir y de la posibilidad de una existencia más digna, se verá reducido, como mucho, a una breve reseña en los medios de comunicación, que se perderá enseguida en la nada y el olvido. Por consiguiente, más vale que no nos apresuremos a quitarnos del medio. Como dice Battiato en su canción, con letra de Sgalambro, Breve invito a rinviare il suicidio:

«Va bene, hai ragione / se ti vuoi ammazare; / vivere è un offesa / che desta indignazione. // Ma per ora rimanda / È solo un breve invito, rinvialo. / Va bene, hai ragione / se ti vuoi sparare. // Un giorno lo farai / con determinazione / Ma per ora rimanda / È solo un breve invito, rinvialo. // Questa parvenza di vita / Ga reso antiquato il suicidio / Questa parvenza di vita, signore, non lo merita, solo una migliore.»

Muchas gracias.

[1] NIETZSCHE, F., Ecce homo. Cómo se llega a ser lo que se es, Alianza, Madrid, 19794, p. 17.

[2] “Leopardi, Michelstaedter, Rensi, Flaiano (sic) Sgalambro, Ceronetti, Rigoni: les métaphysiciens des ruines. Tous italiens. Pour avoir connu la grandeur politique et l’avoir perdu, il ne leur reste désormais plus une seule illusion à son sujet. Comparés à eux, nous sommes de naifs, presque des nouveaux nées. À les lire, nous pouvons avoir un aperçu de notre futur. Un jour, peut-être, nous ecrivirons comme eux.” (DE SUTTER, Laurent, De l’indifférence à la politique, PUF, Paris, 2015, en: https://books.google.es˃book).

[3] “Los pesimistas modernos como décadents” (14 [222] 1888), en: NIETZSCHE, F., Fragmentos póstumos 1885-1889, vol. IV, Tecnos, Madrid, 2006, pp. 616-617.

[4] Cfr. VASEK, Th. Schein und Zeit: Martin Heidegger und Carlo Michelstaedter. Auf den Spuren einer Enteignung, Matthes & Seitz, Berlin, 2018.

[5] SGALAMBRO, M., La conoscenza del peggio, Adelphi, Milano, 2007, p. 109.

[6] SGALAMBRO, M., La morte del sole, Adelphi, Milano, 20179, p. 84.

[7] SGALAMBRO, M., La conoscenza del peggio, Op. Cit., pp. 120-21 y 70.

[8] SGALAMBRO, M., Dialogo teologico, Adelphi, Milano, 1993, pp. 12-13.

[9] SGALAMBRO, M., La morte del sole, Op. Cit., pp. 152-153.

[10] SGALAMBRO, M., De mundo pessimo, Adelphi, Milano, 2004, p. 24.

[11] SGALAMBRO, M., De mundo pessimo, Op. Cit., p. 48.

[12] SGALAMBRO, M., Anatol, Adelphi, Milano, 1990, p. 49.

[13] SGALAMBRO, M., Della misantropía, Adelphi, Milano, 1990, p. 49.

[14] SGALAMBRO, M., Dialogo teologico, Op. Cit., p. 86.

[15] SGALAMBRO, M., Lettera sull’empietismo, en: De mundo pessimo, Op. Cit., p. 218.

[16] SGALAMBRO, M., Dialogo teologico, Op. Cit., pp. 31 y 48.

[17] Cfr. HEGEL, G. W. F., Ciencia de la lógica, Solar/Hachette, Buenos Aires, 1974, I, 1ª Sección, Cap. 1, A-B, pp. 77-78.

[18] SGALAMBRO, M., Lettera sull’empietismo, en: De mundo pessimo, Op. Cit., pp. 248-50.

[19] CARULLI, A., Introduzione a Sgalambro, Il Melangolo, Genova, 2017, p. 112.

[20] Il cavaliere dell’inteletto, Libreto para la ópera de F. Battiato, en: sgalambro.altervista.org.

[21] SGALAMBRO, M., Anatol, Op. Cit., p. 147.

[22] Cfr. SGALAMBRO, M., La morte del sole, Op. Cit., pp. 75-96.

[23] SGALAMBRO, M., Anatol, Op. Cit., p. 76.

[24] SGALAMBRO, M., Della misantropía, Op. cit., pp. 42-44.

[25] Cfr. SGALAMBRO, M. Dialogo teologico, Op. Cit., p. 40.

[26] SGALAMBRO, M., La morte del sole, Op. Cit., p. 218.

[27] SGALAMBRO, M., Anatol, Op. Cit., p. 106.

[28] SGALAMBRO, M., La conoscenza del peggio, Op. cit., p. 13.

[29] SGALAMBRO, M., Anatol, Op. Cit., p. 81.

[30] SGALAMBRO, M. Dialogo sul comunismo, en: De mundo pessimo, Op. cit., p. 110.

[31] Ibid., y SGALAMBRO, M., La morte del sole, Op. Cit., pp. 75-96.

[32] SGALAMBRO, M., Dialogo teologico, Op. Cit., p. 40.

[33] SGALAMBRO, M., La consolación, Pre-textos, Valencia, 2008, pp. 236-42.

[34] SGALAMBRO, M., La consolación, Op. cit., p. 179.

[35] Cfr. MICHELSTAEDTER, C., La persuasión y la retórica, Sexto Piso, Madrid, 2009.

[36] SGALAMBRO, M. Dialogo sul comunismo, en: De mundo pessimo, Op. cit., p. 93.

[37] Recientemente, Michel Onfray ha recogido estas ideas sobre la inminente e inevitable decadencia de Occidente, en términos entrópicos, en su libro Décadence (2017) (Trad. esp.: Decadencia, Paidós, Barcelona, 2018). Curiosamente, a pesar de la semejanza, casi literal, de sus reflexiones con las ideas de Mainländer y Sgalambro, no menciona a ninguno de ambos autores ni una sola vez en este voluminoso libro, de más de seiscientas páginas.

[38] SGALAMBRO, M., Anatol, Op. Cit., p. 151.

[39] SGALAMBRO, M. Dialogo sul comunismo, en: De mundo pessimo, Op. cit., pp. 97-98.

[40] Ibid.

[41] Philosophie der Erlösung, Band 1, Schriften in vier Bänden, hrsg. u. mit einem Vorwort v. Winfried H. Müller-Seyfahrt, Olms Verlag, Hildesheim-Zurich, 1996, Anhang: Kritik der Lehren Kant’s und Schopenhauer’s – Aesthetik, p. 515.

[42] NIETZSCHE, F., El nacimiento de la tragedia, Alianza, Madrid, 19847, § 5, p. 66.

[43] NIETZSCHE, F., La gaya ciencia, Tecnos, Madrid, 2016, § 107, p. 153.

[44] SGALAMBRO, M., La morte del sole, Op. Cit., pp. 156-57.

[45] CARULLI, A., Introduzione a Sgalambro, Op. cit., p. 142.

[46] SGALAMBRO, M., Anatol, Op. Cit., pp. 131-132 y 134.

[47] GILSON, E., Elementos de teología cristiana, Rialp, Madrid, 1981.

[48] MARITAIN, J., Arte y escolástica, Club de lectores, Buenos Aires, 1958.

[49] SGALAMBRO, M., Anatol, Op. Cit., p. 135.

[50] MAINLÄNDER, Ph. Rupertine del Fino. Novela filosófica, Guillermo Escolar editor, Madrid, 2018, p. 104.

[51] SGALAMBRO, M., Dialogo teologico, Op. Cit., pp. 87-88.

[52] SGALAMBRO, M., Teoria della canzone, Bompiani, Milano, 2012, p. 6.

[53] SGALAMBRO, M., Teoria della canzone, Op. cit., p. 6, y La conoscenza del peggio, Op. cit., pp. 44-45.

[54] SGALAMBRO, M., Teoria della canzone, Op. cit., pp. 19 y 36.

[55] Ibid., pp. 6 y 31.

[56] Ibid., pp. 17-37.

[57] CARULLI, A., Introduzione a Sgalambro, Op. cit., p. 179.

[58] SGALAMBRO, M., Teoria della canzone, Op. cit., p. 58.

[59] Silogismos de la amargura, 1952.

[60] SGALAMBRO, M., Anatol, Op. Cit., pp. 91-92.

[61] Ibid., pp. 91-92.

Versión alemana:

MANLIO SGALAMBRO, KRITIKER VON SCHOPENHAUER UND MAINLÄNDER'S AUSLEGER

(DREI ÜBERLEGUNGEN AUS DEM ZENTRUM DES NIHILISMUS)

Manuel Pérez Cornejo, Viator

Zunächst möchte ich Dr. Winfried H. Müller-Seyfahrt fürseine freundliche Einladung zu dieser Tagung über den Einfluss, den Italien auf das Denken von Schopenhauer und Mainländer, sowie deren Einfluss auf die italienische Philosopie hatten danken.

Für mich ist es ein Traum und zugleich eine Ehre an diesem einzigartigen Ort zu sein. Sorrento hat groβe Genies wie Mainländer und Nietzsche inspiriert, und ich hoffe dieser Ort wird auch meine bescheidenen Worte inspirieren.

In meinem Vortrag möchte ich Sgalambross Rezeption von Schopenhauer und Mainländer kurz analysieren, weil ich denke, daβ der sizilianische Philosoph Manlio Sgalambro zu unserer Zeit der wichtigste Nachfolger des Gedankens beider Philosophen ist.

Der Titel meines Vortrags lautet:

MANLIO SGALAMBRO, KRITIKER VON SCHOPENHAUER UND MAINLÄNDER'S AUSLEGER

(DREI ÜBERLEGUNGEN AUS DEM ZENTRUM DES NIHILISMUS)

Im «Prolog» zu Ecce Homo (1888) fragte sichNietzsche:

«Wieviel Wahrheit erträgt, wieviel Wahrheit wagt ein Geist? das wurde für mich immer mehr der eigentliche Wertmesser (…), denn man verbot bisher grundsätzlich immer nur die Wahrheit.»

Nun, wenn der Wille zur Wahrheit das Kriterium zur Messung der Höhe einer Philosophie sein soll, dann sollte die Philosophie des italienischen Pessimismus einen der höchsten Plätze in dem zeitgenössischen PhilosophienRanking erhalten. Seine Mitglieder: Giacomo Leopardi, Giuseppe Rensi, Carlo Michelstaedter, Guido Ceronetti, Mario Andrea Rigoni und Manlio Sgalambro, die Laurent de Sutter «les métaphysiciens des ruines»[1] nennt, haben alle die versucht die Wahrheit zu erkunden, und versucht sie bis zum Ende, mit allen ihren schweren Konsequenzen, kennenzulernen.

Dieser italienischen philosophischen Schule müssen zwei sehr wichtige Vorteile anerkannt werden: erstens ihre Originalität und Unabhängigkeit, weil alles daraufhindeutet, daβ Leopardi seinen poetisch-philosophischen Gedanken autonom entwickelthat, ohne das Werk von Schopenhauer zu kennen; und zweitens, der Mangel der orientalischen Komponente, charakteristisch für den deutschen Pessimismus ist, da es in keinem dieser italienischen Autoren einen bemerkenswerten Einfluss von Hinduismus oder Buddhismus gibt.

Meiner Meinung nach, gibt dies dem italienischen philosophischen Pessimismus eine Nuance von Angst und Verzweiflung, die noch intensiver als derdeutsche Pessimismus scheinen, obwohl die angepasste Überlegung lange nicht so rigoros ist. Zum Beispiel, Leopardi, stellt er in Zibaldone di Pensieri (1817-1832) einen Pessimismus dar, ohne erlösende Nuance: Illusionen dienen als Ansporn für Leben, sowohl auf der individuellen wie auf der historischen Ebene, und der Verlust dieser Illusionen durch den Fortschritt der Wissenschaft und die Erkenntnis der Wahrheit, führt unweigerlich zum Pessimismus und dem Tod. Nietzsche wird diese Thesen von Leopardi aufnehmen und wird Leopardi in seine Liste «der modernen Pessimisten als décadents» einschlieβen (Nachlass, 26 [383), 1844), um ihnen seinen vitalistischen Perspektivismus gegenüberzustellen.

Nach Leopardi, hatten die anderen italienischen Pessimisten —deren Werke in der Regel einen unsystematischen und aphoristischen Charakter hatten, motiviert durch seinen Wunsch sich der Irrationalität des Lebens anzunähern— folgten verschiedene Wege: Rensi und Michelstaedter entwickelten eine existentialistische und Heidegger nahe Überlegung[2], während Ceronetti sich der Gnosis und Rigoni sich an Cioran näherten.

Dennoch denke ich, dass der italienische Philosoph, der dem Erbe des deutschen Pessimismus am treuesten ist, Manlio Sgalambro (1924–2014) war. Sgalambro, der viele andere Einflüsse hatte (er zitiert, unter vielen anderen: Bossuet, Descartes, Spinoza, Kant, H. Cohen, Leopardi, Nietzsche, Hegel, Marx, Cioran, Papini oder Rensi), ist, ohne Zweifel, der wichtigster italienische Anhänger von den zwei großen Meistern des deutschen Pessimismus: Schopenhauer, und, vor allem Philipp Mainländer.

Sgalambro wurde weitläufig durch seine Zusammenarbeit mit seinem Landsmann, dem sizilianischen Sänger und Komponisten Franco Battiato, bekannt. Er hat zahlreiche Liedtexte und sogar einige Opernlibretti für Battiato geschrieben, wie zum BeispielGli Schopenhauer (1998) oder Il Cavaliere dell'inteletto (1994) —letzteres ging um Federico II Hohenstaufen, vielleicht in Mainländers dramatischer Trilogie Die Letzten Hohestaufen (1864-1865) inspiriert. Jedochwissen wir heute, dass dieser kleine, ernste, ironische und etwas theatralische kleine Mann einer der brillantesten Denker des letzten Viertels des 20. Jahrhunderts war. Sgalambro war ein Emulator seines Landsmannes Gorgias, mit brillantem VerstandHand in Hand mit seinen Vorgängern, Schopenhauer und Mainländer, es wagte die gefährliche Überlegung über das Zentrum des Nihilismus zu unternehmen.

Der Ausgangspunkt des Philosophen von Lentini ist seine Kritik zum schopenhaueranischen Pessimismus, den er Pessimismus «Ancien Régime»[3] nennt, für seine Schüchternheit im Umgang mit dem Problem des Bösen. Im Gegensatz zum Schopenhauer, ist die Welt für Sgalambro nicht nur unsere «Vorstellung»; Sgalambro argumentiert, daβ die Welt unabhängig unseres Wissens existiert (wie Hegelschon erklärte), und diese Welt ist, ohne keine Zweifel, eine schreckliche Welt, eine Welt die das Werk «eines Dämons» ist[4]. Die Philosophie ist der Einweihungsweg, der diese Welt in seinem wahren Wert zu beurteilen lernt... und dieser Wert ist gründsatzlich das Schlimmste.[5]

Sgalambro kritisiert den Subjektivismus und Anthropozentrismus von Schopenhauers Pessimismus: dieser ist ein «allzumenschlicher» Pessimismus, weil er sich zu sehr auf das Leben und Leiden des Menschenkonzentriert. Sgalambro glaubt, daβ wahrer Pessimismus radikaler und objektiver sein soll; der Pessimismus muβ weit über den Mann hinaus gehen[6], und muβ auf jede Sentimentalität verzichten[7]. Kurz: er muβ merken, daβ diese Wahrheit das«Schlimmste» ist.

Dieses Bedürfnis nicht nur das Beste (die Idee), aber auch darauf, das Schlimmste zu denken, hatte bereits selbst Plato hingewiesen (Phaidon, 97 d 4). Sgalambro, mit einer seiner charakteristischen humorvollen Wendungen, verbindet diese These von Plato mit dem husserlichen Leitmotiv «zurück zu den Sachen selbst!»: Der Pessimismus muβ zur Lebenswelt zurückkehren, um ihre schlimmsten Aspekt zu erfoschen. Dieser Pessimismus des «Schlimmsten» muβ erkennen, daβ:

«(...) die Welt sieht sich als etwas, das kaum und schwer vorwärts gehen kann, mit anderen Worten: sie ist so "schlecht", wie es mit seiner realen Existenz in Einklang gebracht werden kann.» [9]

Es ist von diesem schlechtesten Bild der Welt, nicht vom leidenden Menschen, aus dem die «Philosophie des Schlimmsten» beginnen sollte. Das Wichtigste für Pessimismus ist, daβ der «Pessimismus des Leidens» überwunden ist, und wir bei wirklichem Pessimismus, dem «Pessimismus der Wahrheit», bleiben. Das ist ein Pessimismus, der offen erkennt, daβ «die Existenz der Welt und die Welt selbst das "Schlimmste"sind».

Der Pessimismus des «Schlimmsten», der Sgalambro unsvorschlägt, ist«älter als Christus», weil er auf jegliche Möglichkeit der Vermittlung und auf alle Hoffnung verzichtet hat[10], und erkennt, daβ die Wahrheit gegen uns ist. Aber welche ist diese Wahrheit, die Schlimmste von allen?

Das Wissen von der schlimmsten Wahrheit erfordert die Rückkehr zur Theologie. Für Sgalambro, muβ Philosophie wieder Ancilla Theologiae sein, aber auf die Art einer scholastischen Theologie wie die mittelalterliche, sondern einer neuen und emanzipierten Theologie, praktiziert von Zynikern und harten Theologen, die die «grausame Philosophie von Schopenhauer» aufgenommen haben[11], um einen «itinerarium mentis contra Deum»[12] durchzuführen. Diese Theologen werden entdecken, daβ Gott, nicht das höchste Wesen ist, sondern das unterste, fast ein Nichts. Wie Giulio Cesare Vanini zu seiner Zeit, nennt Sgalambro sie «böse Theologen», und ihr Denken muβ sich auf Gott konzentrieren, um ihn zu verachten und sich von ihm zu trennen.[13] Kurz gesagt, diese neue Theologie muss «Gottes Banalität» darlegen.[14]

Aber es geht noch um mehr: nämlich, wie Gott nur mit negativen Prädikaten ausgestattet ist (wie Hegel am Anfang seiner Wissenschaft der Logikerklärte[15]), ist Gott auch «das Nichts im erbärmlichsten Sinne»[16]. Er ist «l‘annientante», d. h. ein vernichtender Gott, ein Gott-Moloch[17], der mit dem Nichts und dem Tod assoziiert wird: «Gott ist nicht der Tod —sagt Sgalambro—, sondern der Tod ist Gott selbst». [18] Deshalb, ist Nihilismus nicht der Verlust des Glaubens an Gott, wie Nietzsche meinte, sondern Gott selbst steht im Zentrum des Nihilismus: eine Art «metaphysisches Schwarzes Loch», welches eine unendliche Anzahl von Entitäten verschlingt.

Abgesehen von sich selbst, zitiert Sgalambro unter diesen neuen Theologen, die es gewagt haben, das Problem Gottes wieder zu durchdenken, Nietzsche und Mainländer. Aber gegen den Mainstream in der Philosophie des Endes des letzten Jahrhunderts, mit ihrer Vorliebe für Nietzsches Vitalismus, hat Sgalambro, der Cavaliere dell'inteletto, einen Speer zur Verteidigung vom vergessenen Mainländer gebrochen.Er ist der Meinung, daβ der "arme Nietzsche"—wie er ihn nennt— seine Philosophie auf das Gesetz der Erhaltung der Energie gebaut hat, während er sich, wie Mainländer, einen"thermodynamischen Philosophen”nennt, weil beide ihren Neopessimismus vom zweiten Hauptsatz der Thermodynamik extrahiert haben. Sgalambro ist überzeugt, daβ es "ohne Physik keine Metaphysik gibt"[19], und die moderne Physik zeigt sehr deutlich, daβ alles im Universum gegen die «Teile», d. h. gegen «uns» (Menschen) sei. Dies gibt der zeitgenössischen Wissenschaft eine pessimistische Stimmung: sie wird immer von einem Traurigskeitsgefühl begleitet.

Als besonders wichtig beweisen sich die metaphysischen Implikationen des Energieproblems in unserer Reise zum Mittelpunkt des Nihilismus. Nach Sgalambro, sind die thermodynamischen Schriften von Sadi Carnot, Rudolf Clausius oder Ludwig Boltzmann entscheidender für die Metaphysik als die Gedanken des Aristoteles oder Hegel, weil unsere Physik«das "Nichts"bei seinem richtigen Namen nennt»: der zweite Hauptsatz der Thermodynamik (der Boltzmanns stärksten Angriff gegen Schopenhauer und Nietzsche bildet).[20]Der Verdienst der modernen Wissenschaft ist vor allem «die Objektivierung des Nichts», erstens durch die allgegenwärtige mathematische Berechnung[21], die selbst reiner Nihilismus ist (weil die Mathematik alle Wesen in leere Formeln auflöst), und dann, durch seine physikalisch-chemische Theorie, die das Universumendlich im Abgrund der Entropie zum zusammenbrechen bringt.

Sgalambro betrachtet Mainländer als den ersten von diesen schrecklichen zeitgenössischen Theologen, der erkannt hat, daβ die physikalische Entropie des Universums das Echo einer tieferen «theologischen Entropie» sei, und die Hintergrundstrahlung, die unsere Astronomen jetzt erfoschen, nichst anderes ist als das Echo der Stimme destoten Gottes sei, desen Selbstverichung der Ursprung der Welt war:

«Seit Nietzsche von Mainländer’s Spruch ohne Komplimente angeeignet hatte, gab es eine vor und nach für das Thema "Tod Gottes". Mainländer sagt (...) daβ die Welt die Wirkung des Selbstvernichtung der Ursache ist (...): "Gott ist gestorben und sein Tod war das Leben der Welt."(...) Mainländer schreibt, dass Gott geht von Sein zum Nicht-sein, von dem Transzendez zur Immanenz. Es ist als ob Gott ent-theologisiert oder ent-göttert werde. Für Mainländer [sagt Sgalambro] die Idee von Gott wäre legitimiert, wenn es der Zerfall eines idealen Zentrum, eines „Überseienden X“ wäre. Aber hier ist der bloβe Atheismus unzureichend. Das entscheidende Problem der Metaphysik ist nun das Problem von Selbstvernichtung Gottes. Und die verschiedene Wesen bilden nur eine Art ephemere Entificacion, eine kurzzeitige Verhaftung des Seins im Zuge ihrer Rückkehr zum Nichts.»[22]

Also führt uns unsere physikalisch-mathematische Wissenschaft, Expertin für schwarze Löcher, in die Mitte des «göttlichen schwarzen Loches». Die Physik bringt uns das Verständnis, daβ dieses elende Universum wegen seines «Wärmetodes»hoffnunglos verschwinden wird. Sgalambro umschreibt Bergson humorvoll indem er sagt, daβ der Kosmos von einem élan mortel durchgezogen ist. Für Sgalambro, sowie für Mainländer, ist der thermische Tod des Kosmos der erlösende Eschaton, eine Art progressive und ruhige «thermodynamische Apokalypse», welche Sgalambro besser mit einer Dämmerung als mit Dekadenz vergleicht.[23] Seine Beschreibung dieser Apokalypse erinnert an das Lied Im Abendrot von Richard Strauβ’Vier letzten Lieder:

«Es ist ein einzigartiger Augenblick. Ein langsames, majestätisches Erlöschen, sanft und ohne Zucken. Schön fast wie ein Sonnenuntergang, von dem ein altes Lied singt. Fini du tout.»[24]

Sgalambro und Mainländer, im Gegensatz zu Nietzsche, schlagen uns eine Philosophie der Zerstörungvor, nicht der Schöpfung, weil sogar die überfließende Kreativität (sowohl in der Natur als auch in der Kunst), nur hilft die Energie noch schneller zerstreuen (wie Mainländer in seinem Roman Rupertine der Fino, durch die Figur des Malers Otto von Dühsfeld sehr klar darstellt):

«Wenn du "Schöpfung" sagst (...), ist es notwendig, daβ du selbst verbesserst und "Zerstörung" sagtest. (...) Diese ursprüngliche Zerstörung bestätigt (...) die Theorie eines jungen Philosophen, die er in der Philosophie der Erlösung darstellte. Diese Theorie laut so: die ganze Idee von Gott ist legitim, wenn diese Idee als die Vernichtung eines ideales Zentrum bestimmt ist, eines X, die sich im ersten Akt der Schöpfung selbst zerstört hat. Sind wir alle mit Gott selbst zusammenzerstört? (So denkt der junge Philosoph, den ich erwähnte).»[25]

Auf der Grundlage seiner besonderen Version des spinozischen Grundsatzes«Deus sive Natura (mortua)»baut Mainländer seine ethische und politische Theorie. In der Ethik, predigte er den Verzicht zum Leben und der Jungfräulichkeit als Erlösungsmöglichkeiten, nach der Überzeugung, daβ nicht-Sein dem Sein vorzuziehen ist; in der Politik verteidigt er den Kommunismus in einem "Idealen Staat", den allen Menschen zeigen wird, daβ Reichtum nicht Glückseligkeit liefert: diese Überzeugung wird sie dazu bringen, sich nach authentischer Erlösung, durch den kollektiven Verzicht zu leben, zu sehnen.

Seinerseits basiert Sgalambroseine praktische Philosophie auch auf den Begriff Entropie. Sein Ziel ist die Entwicklung einer «Kritik der praktischen Vernunft für die Nutzung der sterbenden»[26], d. h. eine Ethik und eine Politik, die ihren Blick auf «das Ende aller Dinge»[27] richtet, um ihr Denken nicht von Anfang an, aber vom Ende des Universums zu entwickeln. Wir müssen uns als «Zeitgenossen vom Ende der Welt»[28] vorstellen, denn nur durch die Annahme dieser Perspektive können wir die Absurdität des Bösen und des Schmerzes verstehen. Nach dem Verständnis der Absurdität des Bösen, werden wir unsere Brüder auf dieser absurden Reise in den Abgrund umarmen können, um ihnen Lebewohl zu sagen. Denn nur die Überzeugung über die universelle Katastrophe kann die Grundlage für eine Ethik und Politik sein, die wirklich alle Menschen vereint. Der Imperativ von Sgalambros neuer Moral lautetso: «du mußt ein Zeitgenosse des Endes der Welt sein»[29]. Die Gewissheit der unvermeidlichen Katastrophe auf die das Universum gerichtetist, ist die Grundlage der Ethik, die uns der sizilianische Philosophe vorschlägt.

Mainländer baut seine Ethik auf einen durch die Erkenntnis der Wahrheit verklärten Egoismus; Sgalambro basiert seine Ethik auf Trostidee, die er von Seneca, Boethius und der Trostliteratur des Renaissance-Humanismus nimmt. Es sollte jedoch beachtet werden, daβ Sgalambros Trostsbegriff jede religiöse Hoffnung ausschlieβt: in einer Welt, die vom Aussterben bedroht ist und in der die Wahrheit gegen uns ist; in einer Welt in der alles, sowohl individuell als auch kollektiv auf den Tod augerichtet ist, scheint es klar, daβ wir Nichts erwarten können. In einer solchen Weltmüβten wir nur den Mut haben, mit Würdezu verfallen[30]. Ethik muβ uns Kraft geben um, erstens, die tödliche Wahrheit zu ertragen, und zweitens, um das gebrochene Herz des Subjekts zu trösten. Pessimistische Philosophie muβ uns lehren, Nichts zu erwarten. Und paradoxerweise ist diese Hoffnungslosigkeit, die das Individuum entlastet und tröstet (da Angst und Verzweiflung entstehen, wenn der Mensch etwas erwartet, das er schlussendlich nicht erhält)[31]. So ist für Sgalambros «Ethik für Sterbenden“ das «letzte Licht»[32] , die letzten Schritte des Subjekts, die vor seinem aussterben leuchten. Wie Michelstaedter verbindet Sgalambro die Überredungkraft durch das Wort[33], die einzige Ressource, die dem Philosoph zur Verfügung steht, um seinen Nächsten von dem Lebenselend zu trösten.

Sowohl Sgalambro wie auch Mainländer verteidigen in der Politik den Kommunismus gegenüber Schopenhauer.Ein verzweifelter Kommunismus, welcher am «Punkt der Ankunft des westlichen Pessimismus»[34] liegt. Sgalambros Kommunismus ist ein Hauch konservativ, weil er explizit den «Merde Kommunismus» (wie er ihn nennt) ablehnt, d. h. der Kommunismus der Bettler und der Elenden. Es ist eher ein Kommunismus, der sich in der Notwendigkeit mit anderen gemeinsam zu lebenstützt, um unsere gemeinheitliche Existenz in einer Welt in der, wie wir gesagt haben, alles «gegen uns»ist, erträglicher zu machen. Kommunismus ist also die letzte Hoffnung für die westliche Welt, deren Zivilisation ―die einzige, die diesen Namen verdient, weil Osten und Islam, laut Sgalambro, nur «Lebensweisen» und nicht «Zivilisationen»sind―, Mangel an Energie, im Untergang ist[34bis]. Aber genau die Westzivilisation, die durch seine Dämmerungs-Position den Vorteil des «Nachdenkens über das Ende der Welt»[35]hat, und uns für das «Zeitalter des großen Pessimismus» vorbereitenwird.Ein Zeitalter in welches «Westlichegruppen (...) Kommunismus praktizierenwerden, während die Sterne, einander auslöschen»[36]. Sgalambros Kommunismus ist also eine Art «Kommunismus für Einsame», d. h. ein Kommunismus für die wenigen Menschen, die in den letzten Tagen der Menschheit zusammenarbeiten, um die letzten Reste unserer Zivilisation —, die «die schönste Form Geschichte jemals hatte»[37] —zu retten.

Wenden wir uns schlieβlich zum Bereich der Ästhetik, und machen wir einen kurzen Vergleich zwischen der Ästhetik von Schopenhauer, Mainländer und Sgalambro.

Mainländer und Sgalambro lehnen Schopenhauers «besseres Bewusstsein» als Grundlage der Ästhetik ab, die Ideen als objektivierter Wille und Schopenhauers Metaphysik der Musik. Mainländer versteht die Kunst eher als «die verklärte Spiegelung der Natur»[38], wodurch der Mensch sich selbst und die Welt verstehen und auch Ruhe in seiner höllischen Existenz finden kann. Wenn Kunst realistisch ist, zeigt es den Menschen die inneren Bewegungen seines Willens; wenn sie idealistisch ist, zeigt sie den Menschen die Harmonie und Freiheit der ersten Gottesbewegung, nach Gottes Entscheidung Selbstmord zu begehen.

Seinerseits übermittelt uns Musik durch Schallwellen die Stimmungen anderer Menschen; deshalb, obwohl sie nicht die höchste Kunst ist (dieser Titel verleiht Mainländer der Poesie), istsie bestimmt die bewegendste Kunst. Kunst und Musik bereiten unseren Geist für die Erlösung vor, die wir nur durch Ethik und die Zunahme des Wissens erreichen können.

Sgalambro interpretiert auch Kunst und Musik als eine Art Don Quixotes «Balsam von Fierabrás», weil beide den Schmerz des menschlichen Geistes beruhigen können. Kunst und Musik sind ein wesentlicher Bestandteil des Reisegepäck, das jeder Cavaliere dell'inteletto in seiner Forschungsreise in den Mittelpunkt des Nihilismus mitnehmenmuβ. Aber der Philosoph von Lentini lehnt Nietzsches Spruchkategorisch ab, und sagt, daß «nur als ästhetisches Phänomen das Dasein der Welt gerechtfertig ist». Für Sgalambro, ist die bekannte These von Nietzsche, nach welcher «wie ein ästhetisches Phänomen uns das Dasein immer noch erträglichist»[39], ist in erster Linie verantwortlich für die Auflösung des Pessimismus: laut Sgalambro, fehlt der Welt jede Rechtfertigung, sogar die ästhetische Rechtfetigung.Und Nietzsche hat den Pessimismus durch die Grausamkeit der Tragödie ungerechtfertig ersetzt:

«Die korrumpierenden Worte von Nietzsche: „die Existenz und der Welt sind gerechtfertigt als ästhetisches Phänomen“, d. h. als Tragödie (... ) mit ihrer schönen heroischen Behauptung, haben einen sehr anti-pessimistischen Sinn: Nietzsche verwandelt die Welt in ein heroisch-ästhetischen Objekt, der Pessimismus ist durch Tragizismus ersetzt, und die grausame Welt verwandelt sich in einen Lustobjekt.»[40]

Gegen diese Auslegung, die die Grausamkeit der Existenz rechtfertigt, distanziert sich Sgalambro von der Schönheit des Seins. Schönheit zeichnet sich, laut Sgalambro, durch das Transzendieren und Zerstören des Kunstwerkes aus, weil das Leuchten der Schönheit nicht zur Realitätgehört:

«Das Schöne zerbricht das Sein des Kunstwerkes. Es ist das offensichtlich Unzulänglichkeit des Seins, was uns dazu bringt uns nach dem Schönen zu sehnen.»[41]

«Durch das heilige Feuer der Schönheit verschwindet das gleiche Kunstwerk. (...) Schönheit zerstört das Kunstwerk, weil Schönheit der Exodus aus dieser Welt ist.»[42]

Für Sgalambroist Schönheit weder transzendentales Prädikat des Seins[43], noch «das Zusammenstrahlen der Transzendentalen des Seins»[44], wie Gilson oder Maritain argumentieren, aber sie ist der Wunsch nach etwas Besserem als diese schreckliche Welt, etwas daβ sich darstellt, wenn das Kunstwerk in seiner vulgären Wirklichkeit ausgelöscht ist: «das Kunstwerk muβ eben sterben und sein „anéantissement“ erleiden, wenn die Schönheit sich uns darstellt»[45]. Etwas ähnliches sagt Mainländer in seiner Novelle Rupertine del Fino aus, als er beteuert, daβ die Wahrnehmung der Schönheit es erfordert durch Kunstwerke «in den lichtdurchflutenden Äther»zu sehen[46] .

Sgalambros Musiktheorie ist eklektisch, eine Mischung von Beiträgen von Schopenhauer und Nietzsche, obwohl es in dieser Theorie keine Spur von den mystischen Komponenten, die Schopenhauers «Metaphysik der Musik» charakterisierengibt. Sgalambro denkt, genau wie Schopenhauer, daβ «Musik das Wesen der Welt offenbart», aber genau aus diesem Grund ist die Musik erschreckend: weil sie Dissonanzen umfasst und dennoch diese Dissonanzen harmonisieren will[47].

Sgalambro’s Originalität liegt vielmehr in seiner Einschätzung von Pop-Rock Musik, gegen zeitgenössische klassische Musik. Sgalambro sucht nach den Wurzeln dieser Pop-Rock Musik in Nietzsches Philosophie.[48] Laut Sgalambro, ist Pop-Rock Musik der Dionysismus unseres Zeitalters, und die Diskotheken und Konzerthallen sind «kleine Nirwanas»[49] in der unsere jugendliche Neoplatoniker, gekleidet in T-shirt und Shorts, versuchen sich vergebens mit der absoluten Einheit zu verschmelzen, weil genau diese absolute Einheit nicht mehr existiert .[50]

Musik ist für Schopenhauer die höchste Kunst, weil sie die Bewegungen des Dinges-an-sich, d. h. von dem Willen, zum Ausdruck bringen kann; Sgalambro, seinerseits, betrachtet die Musik sozusagen als dasOrganon der Philosophie. Diese moderne Lieder, in denen sich «die letzte Poesie unserer Zeitsammelt, als ob in sie der letzte (oder zumindest der vorletzte) Seufzer ausatmete»[51], beinhalten auf der einen Seite ein Divertimento und einen Trost für Menschen dieser Endzeit, in welcher mehr als zweitausend Jahren der westlichen Ziviliation stranden[52], aber auf der anderen Seite, Pop-Rock Musik unserer Tage, angesichts seiner sehr geringen Qualität, ein Beweis für den Tod des Geistesist. In diesem Sinneist Pop-Rock für Sgalambro «die andere Seite der sterbenden Sonne, the bright side of the moon».[53] Dies ist der Grund der Verbreitung von vorzeitigen Todesfällen und Selbstmorden unter den jungen Musikern des Zeitalters des großen Nihilismus, sowie der verbreiteten Tendenz zur Bewusstlosigkeit, verursacht durch Alkohol und Drogen, die die jungen Rockmassen kennzeichnet.

Zeitgenossische Pop-Rock Musik ist also, ohne Zweifel, «entropische», Musik, eine Musik die sich selbst zerstört[54]; aber zur gleichen Zeit ist sie eine Musik, die die Menschen in der brüderlichen Gemeinschaft der Konzerte zusammenbringen kann: so antizipiert sie den Kommunismus, den wir in den lezten Tagen der Menschheit praktizieren müssen.

Tröstende Philosophie, Kunst und Musik, sind die drei «Waffen», die der sgalambrische Cavaliere dell'inteletto gegen die Giganten des Nihilismus und die Verzweiflung ausüben muss. Und Selbstmord? Beging ein bewunderter Mainländer nicht Selbstmord, um die erste und einzige freie Tat Gottes nachzuahmen? Die Wahrheit ist, daβ Sgalambro keinen Selbtmord beging, und bis zum respektablen Alter von neunzig Jahren lebte. Vielleicht dachte er, wie Cioran, daβ «frustrierte Optimisten Selbstmord begehen. Menschen aber, die keinen Grund zu leben haben, warum sollten sie sich umbringen?»[55]

In einem Brief, verfasst von Sgalambros alter ego Anatol auf eine imaginäre Freundin, lesen wir: «für den moralischen Helden, ist Selbstmord immer möglich, (...) er kann immer die Tür der Welt öffnen und spazieren gehen. Er lächelt und geht aus, um seine Beine zu strecken. Ich erlaube dir dich selbst zu töten, aber nur in einem Moment der Freude.»[56] Aber wir können uns fragen: in einer Welt, wie wir sie beschrieben haben, wann werden wir einem wahren «Moment der Freude» genieβen können? Daher ist es besser, den Selbstmord zu verschieben: «sicherlich, eines Tages werden wir uns selbst erschiessen müssen ―sagt Sgalambro―, aber in der Zwischenzeit, lasst uns weiterleben ("Ich bin" bedeutet also nicht "Ich existiere", wie Descartesbehauptete, sondern: "Ich habe mich noch nicht getötet"). In diesen Endzeit der Welt ist das Kartesianismus)».[57]

Selbstmord war typisch für eine andere, ernstere Zeit, wie die Klassische Antike, in der das Leben voller Ilusionen war.Und Enttäuschung bedeutet für den Menschen den Verlust dessen daslebenswert ist. Zu dieser Zeit war der Tod einem unwürdigen Leben vorzuziehen. Aber heute sind wir schon tot, weil uns Illusionen fehlen: also, weshalb etwas beenden, das bereits fertig ist? Ja, sicher können wir Selbstmord begehen, aber unser Selbstmord wird nichts bedeuten: er wird keinen Protest gegen die unwürdige Welt und das Leben sein und er wird ebenso zu einer kurzen Nachricht in den Medien reduziert werden... dann, das Vergessen und das Nichts. Deshalb ist es besser den Selbsmord zu verzögern. Das ist was wir in Battiatos Lied (mit Text von Sgalambro)Breve invito a rinviare il suicidiohören können:

«Va bene, hai ragione / se ti vuoi ammazare; / vivere è un offesa / che desta indignazione. // Ma per ora rimanda / È solo un breve invito, rinvialo. / Va bene, hai ragione / se ti vuoi sparare. // Un giorno lo farai / con determinazione / Ma per ora rimanda / È solo un breve invito, rinvialo. // Questa parvenza di vita / Ga reso antiquato il suicidio / Questa parvenza di vita, signore, non lo merita, solo una migliore.»

[Sehr Gut: du hast Recht, /wenn du dich umbringen willst; /zu leben ist eine Straftat /die Empörung provoziert. // Aber jetzt es ist es nur eine Einladung / und du kannst die Entscheidung verzögern. / Sehr gut: du hast Recht /wenn du dich selbst erschiessen willst. // Eines Tages wirst du dich selbst mit Beschluss erschiessen. /Aber jetzt ist es nur eine Einladung /und du kannst die Entscheidung verzögern. / Dieses scheinbare Leben / hat den Selbstmord obsolet gemacht / Dieses scheinbare Leben, mein Herr, verdient es nicht, / nur ein besseres Leben verdient es.»]

Vielen Dank.

[1] "Leopardi, Michelstaedter, Rensi, Flaiano (sic) Sgalambro, Ceronetti, Rigoni: Les métaphysiciens des ruines. Tous italiens. Pour avoir connu la grandeur politique et l'avoir perdu, il ne leur reste désormais plus une seule illusion a son sujet. Comparés à eux, nous sommes naifs, presque des nouveaux-nés. À les lire, nous pouvons avoir un aperçu de notre futur. Un jour, peut-être, nous écrivirons comme eux." (SUTTER, Laurent, De l'indifference à la Politique, PUF, Paris, 2015, in: https://books.google.es˃ book)

[2] Vgl. VASEK , Th., Schein und Zeit: Martin Heidegger und Carlo Michelstaedter. Auf den Spuren einer Enteignung, Matthes & Seitz, Berlin, 2018.

[3] SGALAMBRO, M., La conozcenza der peggio, Adelphi, Milano, 2007, s. 109.

[4] SGALAMBRO, M. La morte del Sole, Adelphi, Milano, 20179, s. 84.

[5] SGALAMBRO, M., La conozcenza del peggio, a. a. o., ss. 120-21 und 70.

[6] SGALAMBRO, M., Dialogo teologico, Adelphi, Milano, 1993,ss. 12-13.

[7] SGALAMBRO, M. La morte del Sole, a. a. o., ss. 152-153.

[8] SGALAMBRO, M., De mundo pessimo, Adelphi, Milano, 2004, s. 24.

[9] SGALAMBRO, M., De mundo pessimo, a. a. o., s. 48.

[10] SGALAMBRO, M., Anatol, Adelphi, Milano, 1990, s. 49.

[11] SGALAMBRO, M., Della misantropia, Adelphi, Milano, 1990, s. 49.

[12] SGALAMBRO, M. , Dialogo teologico, a. a. o., s. 86.

[13] SGALAMBRO, M., Lettera sull'empietismo, in: De mundo pessimo, a. a. o., s. 218.

[14] SGALAMBRO, M. , Dialogo teologico, a. a. o., s. 31.

[15] Vgl. HEGEL, G. W. F.., Wissenschaft der Logik I, 1. Teil, Kapitel 1, a-b.

[16] SGALAMBRO, M., Lettera sull'empietismo, in: De mundo pessimo, a. a. o., ss. 248-50.

[17] CARULLI, Introduzione ein Sgalambro, Il Melangolo, Genova, 2017, s. 112.

[18]Il Cavaliere dell'inteletto, Libretto für die Oper von F. Battiato, in: sgalambro.altervista.org.

[19] SGALAMBRO, M., Anatol, a. a. o., s. 147.

[20] SGALAMBRO, M., La morte del sole, a. a. o., ss. 75-96.

[21] SGALAMBRO, M., Anatol, Op. cit., s. 76.

[22] SGALAMBRO, M., Della misantropia, a. a. o., ss. 42-44.

[23] Vgl. SGALAMBRO, M. Dialogo teologico, a. a. o., s. 40.

[24] SGALAMBRO, M., La morte del sole, a. a. o.,s. 218.

[25] SGALAMBRO, M., Anatol, a. a. o. s. 106.

[26] SGALAMBRO, M., La conoscenza del peggio, a. a. o., s. 13.

[27] SGALAMBRO, M., Anatol, a. a. o., p. 81.

[28] SGALAMBRO, M. Dialogo sul comunismo, in: De mundo pessimo, a. a. o., s. 110.

[29] Ebd., und SGALAMBRO, M., La morte del sole, a. a. o., ss. 75-96.

[30] SGALAMBRO, M. , Dialogo teologico, a. a. o., s. 40.

[31] SGALAMBRO, M., La consolazione (La consolación, Pre-Textos, Valencia, 2008, ss. 236-42).

[32] SGALAMBRO, M., La consolazione, a. a. o., s. 179.

[33] Vgl. MICHELSTAEDTER, C., Überzeugungskraft und Rhetorik (La persuasión y la retórica, Sexto Piso, Madrid 2009).

[34] SGALAMBRO, M. Dialogo sul comunismo, in: De mundo pessimo, a.a.o., s. 93.

[34 bis] Michel Onfray hat diese Meinungen über den drohenden und unvermeidlichen Untergang des Abendlandes in seinem letzten Buch Décadence (2017) gesammelt. Jedoch, trotz der wunderliche Ähnlichkeit zwischen Onfray’s Überlegungen und Mainländer’s und Sgalambro’s Ideen, der französische Philosoph zitiert nicht einmal beide Autoren in diesem umfangreichen Buch von mehr als 600 Seiten!

[35] SGALAMBRO, M., Anatol, a. a. o., s. 151.

[36] SGALAMBRO, M. Dialogo sul comunismo, en: De mundo pessimo, a. a. o., ss. 97-98.

[37] Ebd.

[38] Philosophie der Erlosung, Band 1, Schriften in Vier Bänden, Hrsg. v. Winfried H. Müller-Seyfahrt, Olms Verlag, Hildesheim-Zürich, 1996, Anhang: Kritik der Lehren Kant und Schopenhauer Anhang - Aesthetik, s. 515.

[39] Cfr. Die Geburt der Tragödie, Teil 1,g § 5 und Die fröhliche Wissenschaft, § 107.

[40] SGALAMBRO, M., La morte del sole, a. a. o., ss. 156-57.

[41] CARULLI, Introduzione ein Sgalambro, a. a. o., s. 142.

[42] SGALAMBRO, M., Anatol, a. a. o., ss. 131-132 und s. 134.

[43] GILSON, E., La Philosophie et la Théologie, Fayard, 1920.

[44] MARITAIN, J., Art et scolastique, 1920.

[45] SGALAMBRO, M., Anatol, a. a. o., s. 135.

[46] MAINLÄNDER, Ph. Rupertine del Fino, in: Schriften. Band 4. Die Macht der motive. Literarische Nachlass von 1857 bis 1875, Georg Olms Verlag, Hildesheim-Zürich, 1996, s. 287.

[47] SGALAMBRO, M. , Dialogo teologico, a. a. o., ss. 87-88.

[48] SGALAMBRO, M., Teoria della Canzone, Bompiani, Milano, 2012, s. 6.

[49] SGALAMBRO, M., Teoria della Canzone, a. a. o., s. 6 und La conoscenza del peggio, a. a. o., ss. 44-45.

[50] SGALAMBRO, M., Teoria della canzone, a. a. O., ss. 19-36.

[51] Ebd., s. 6 und 31.

[52] Ebd., ss., 17-37.

[53] CARULLI, Introduzione a Sgalambro, a.a.o., s. 179.

[54] SGALAMBRO, M., Teoria della Canzone, a. a. o., s. 58.

[55] Syllogismen der Bitterkeit, 1952 (Silogismos de la amargura, Tusquets, Barcelona, 1990).

[56] SGALAMBRO, M., Anatol, a. a. o., ss. 91-92.

[57] Ebd., pp. 91-92.

Versión italiana:

MANLIO SGALAMBRO, CRITICO DI SCHOPENHAUER E INTERPRETE DI MAINLÄNDER

(TRE RIFESSIONI DAL CENTRO DEL NICHILISMO)

Manuel Pérez Cornejo, Viator

Prima di tutto, vorrei ringraziare il Dr. Winfried H. Müller-Seyfahrt per il vostro gentile invito a partecipare a questo giorno di studio dell'influenza italiana sul pensiero di Schopenhauer e Mainländer, così come l'influenza che hanno avuto entrambi filosofi sulla filosofia italiana attuale.

È per me un sogno, e allo stesso tempo un onore, essere in Sorrento, questo luogo che ha ispirato geni come Mainländer o Nietzsche. Spero che la meravigliosa atmosfera di questo paesaggio ispiri anche le mie modeste parole.

Nella mia presentazione ho l'intenzione di analizzare brevemente la peculiare lettura che ha fatto il filosofo siziliano Manlio Sgalambro delle filosofie di Schopenhauer e Mainländer, perche io penso che Sgalambro sia ai nostri giorni il più degno successore di entrambi filosofi tedeschi.

Ho intitolato la mia conferenza:

MANLIO SGALAMBRO, CRITICO DI SCHOPENHAUER E INTERPRETE DI MAINLÄNDER

(TRE RIFLESSIONI DAL CENTRO DEL NICHILISMO)

e il suo contenuto è il seguente:

Nella «Prefazione» di Ecce homo (1888) Nietzsche si chiede:

«Quanta verità sopporta, di quanta verità è capace uno spirito? — questa diventò sempre più per me la vera misura dei valori (...), poichè finora è stata sempre proibita, per principio, soltanto la verità.»

Allora, se la verità è il criterio per misurare l'altezza di una filosofia, senza dubbio la filosofia del pessimismo italiano deve occupare una posizione molto alta nel ranking filosofico. I membri di questa corrente di pensiero: Giacomo Leopardi, Giuseppe Rensi, Carlo Michelstaedter, Guido Ceronetti, Mario Andrea Rigoni e Manlio Sgalambro, che Laurent de Sutter ha chiamato «métaphysiciens des ruines»[1], non hanno rinunciato a conoscere nessuna verità, e hanno cercato di conoscerla fino alla fine, accettandola con tutte le sue conseguenze.

Inoltre a questa corrente filosofica italiana devono essere riconosciuti altri due meriti: in primo luogo, la sua originalità e indipendenza, perche tutto fa pensare che Leopardi ha sviluppato il suo pensiero poetico-filosofico in modo indipendente, senza conoscere le opere di Schopenhauer; e in secondo luogo, l'assenza del componente orientalizante, caratteristico del pessimismo tedesco: nessuno degli autori citati rileva un'influenza significativa dell'induismo o del buddismo. Secondo me, questa ultima circostanza dà al pessimismo filosofico italiano una sfumatura di angoscia e disperazione più intensa, se possibile, che al pessimismo tedesco, anche la riflessione dei pensatori italiani sia meno rigorosa dal punto de vista formale. Così, ad esempio, Leopardi, nel suo Zibaldone di pensieri (1817-1832), espone un pessimismo che manca qualsiasi sfumatura redentrice: sono le illusione che stimolano la vita, sia a livello individuale come storico, e la perdita delle illusioni a causa del progresso della scienza e la conoscenza della verità, si traduce inevitabilmente in pessimismo e morte. Nietzsche prenderà nota di tutto questo, e includerà Leopardi nella sua lista dei «moderni pessimisti come décadents» (Nachlass, 14 [222], 1888), opponendo all'a amara riflessione leopardiana il suo vitalismo prospettivista.

Seguendo la scia di Leopardi, il resto dei pessimisti italiani ―-i cui opere hanno avuto, in generale, un carattere non sistematico e aforistico, sicuramente motivato dal suo desiderio di avvicinarsi all'irrazionalità della vita― hanno seguito percorsi diversi: Rensi e Michelstadter hanno sviluppato una riflessione vicina all'esistenzialismo[2], mentre Ceronetti è stato ispirato dallo gnosticismo e Rigoni da Cioran. Tuttavia, credo che l'autore più fedele quando si tratta di raccogliere l'eredità del pessimismo tedesco, è stato Manlio Sgalambro (1924-2014), chi riconosce l'influenza di molti autori (Bossuet, Descartes, Spinoza, Kant, H. Cohen, Leopardi, Nietzsche, Hegel, Marx, Cioran, Papini o Rensi), ma sopratutto dei due dei grandi maestri dell pessimismo tedesco: Schopenhauer e, soprattutto, Philipp Mainländer.

Sgalambro era conosciuto dal pubblico grazie alle sue collaborazioni con il suo connazionale, il cantante e compositore siciliano Franco Battiato, per il quale ha composto numerosi testi di canzoni e anche alcuni libretti d'Opera, come Gli Schopenhauer (1998) o Il cavaliere dell'inteletto (1994) —opera centrata sulla figura di Federico II Hohenstaufen, seguendo la strada aperta da Mainländer nella sua trilogia drammatica Die letzten Hohenstaufen (1864-1865)—. Oggi sappiamo, però, che quello personaggio serio e un po' ironico e istrionico, era sicuramente uno dei più brillanti pensatori dell'ultimo quarto del XX secolo, un emulatore di Gorgias, la cui mente brillante ha osato intraprendere, dalla mano dei suoi predecessori, Schopenhauer e Mainländer, la pericolosa riflessione dal centro del nichilismo.

Non è possibile capire la strada percorsa dal filosofo di Lentini senza tener conto il suo punto di partenza, che non è altro che la critica del pessimismo schopenhaueriano, che ammira, ma che chiama pessimismo «ancien régime»[3], per la loro timidezza nell'affrontare il problema del male. Sgalambro rifiuta l'idea schopenhaueriana che il mondo sia una rappresentazione, perche per lui, come per Mainländer, il mondo esiste indipendentemente dal soggetto della conoscenza, e sostenere l'opposto (come già aveva affermato Hegel), è «infantile». Il mondo è lì, come osserva la scienza contemporanea, qualunque rappresentazione ne facciamo, e questo mondo è, senza dubbio, un mondo orribile, «[un] mondo (...) dovuto a un demonio»[4]. E l'obiettivo dal viaggio iniziatico che è la filosofia, secondo Sgalambro la capisce, deve essere imparare a giudicare questo mondo nel suo vero valore, che è pessimo.[5]

Sgalambro critica il pessimismo di Schopenhauer per il suo soggettivismo e antropocentrismo: è un pessimismo «troppo umano», cioè troppo centrato nella vita e la sofferenza dell'uomo. Il pessimismo reale dovrebbe essere più radicale e più obiettivo; è necessario costruire un pessimismo que vada oltre l’essere umano[6], che si allontane da tutti i sentimentalismi[7] , un pessimsmo capace di coprire la totalità de la realtà[8], e capace di rendersi conto che questa realtà è, come abbiamo detto prima, il «peggio».

Questa necessità di pensare non solo il meglio (l'idea), ma anche il peggio, era già stata segnalata dal proprio Platone (Fedone, 97 d 4). Sgalambro, in uno dei suoi caratteristici colpi di scena umoristiche, unisce questa tesi di Platone con il Leitmotiv husserliano del «ritorno alle cose stesse!» (zurück zu den Sachen selbst!): nella sua interpretazione del pessimismo, questo deve ritornare al Lebenswelt e conoscerlo nel suo peggiore aspetto. Deve rendersi conto che:

«(...) il mondo ha l'aspetto di qualcosa che a stento può sussistere e andare avanti, in altri termini è “cattivo” tanto è ancora conciliabile con il suo susistere reale. Il mondo è come rimasto a metà, come non finito. È come se tutto si fosse arrestato anzi tempo (...), come se lo sforzo per “essere” si fosse interrotto appena agli inizi.»[9]

È da questa cattiva immagine del mondo che dovrebbe partire la filosofia «peorista», e non da l’uomo sofferente. La cosa importante per il vero pessimismo è che c'è un mondo, e che questo mondo non è una mera rappresentazione: così il «pessimismo della sofferenza» sarà superato, e oterremo il pessimismo reale, il «pessimismo della verità», un pessimismo che riconosce apertamente l'esistenza del mondo, e che questo mondo è il «peggiore» mondo possibile.

Il pessimismo «peorista» che ci propone Sgalambro è «anteriore à Cristo», perché ha rinunziato a qualsiasi possibilità di mediazione e ogni speranza[10], e ha capito anche che la verità è contro di noi . Ma quale è questa verità, la peggiore di tutte?

Sgalambro sostiene che conoscere questa verità richiede resuscitare la teologia, cioè ritornare all'idea che la filosofia è ancilla theologiae, ma la filosofia non deve essere ancella di una teologia fondata sulla fede, como la teologia della scolastica medievale, ma di una nuova teologia, emancipata, praticata dai teologi cinici e duri che, dopo aver capito «la filosofia truculenta di Schopenhauer»[11], possono sviluppare un «itinerarium mentis contra Deum»[12]. Questi nuovi teologi devono avere il coraggio di considerare Dio, non l'essere supremo, ma un ente banale, pratticamente equivalente al nulla. Essi devono essere teologi «malvagi», dello stile di Giulio Cesare Vanini, che concentrano il loro pensiero su Dio, non per negare la sua esistenza, ma per maledirlo[13], considerarlo un’essere detestabile, e mostrare la sua futilità. La teologia, sostiene Sgalambro, deve dimostrare, in sintesi, la «banalità di Dio».[14]

Ma c'è di più: essendo Dio un essere equipaggiato solo con predicati negativi (come Hegel aveva dichiarato all'inizio della sua Scienza della logica[15]), Dio è anche il nulla «nel senso più ignominioso» [16], e non può essere pertanto un'altra cosa che l’essere «annientante», cioè un Dio-Moloch[17], che si identifica con la morte: «non Dio è la morte —sostiene Sgalambro—, ma la morte è Dio»[18]. Dio è l'Annichilatore perpetuo dell'entità. Di conseguenza, il nichilismo non sorge a causa della perdita della fede in Dio da parte degli uomini, come credeva Nietzsche, ma Dio è nel centro del nichilismo stesso: Dio e una specie di «buco nero metafisico», dove svaniscono un numero infinito di entità...

Tra questi nuovi teologi, che sono tornati per recuperare il problema di Dio, Sgalambro cita, a parte se stesso, Nietzsche e Mainländer, ma lui è contrario alla filosofia ufficiale della fine del secolo scorso, che sopravvalutta esageratamente Nietzsche: Sgalambro, il cavaliere dell'inteletto, rompe una lancia a favore del dimenticato Mainländer, perché considera che il «povero Nietzsche», come egli lo chiama, ha costruito la sua filosofia intorno alla legge di conservazione dell'energia, mentre lui, proprio come Mainländer, si definisce come un «filosofo termodinamico». Sgalambro afferma che la scienza contemporanea dovrebbe giocare un ruolo essenziale nel neopesimismo («niente metafisica senza fisica»[19]), e questa scienza mostra molto chiaramente, che tutto nell'universo è contro di noi. Questo è il motivo per cui la scienza contemporanea è accompagnata da un tono pessimista e un certo grado di tristezza.

Nella scienza contemporanea, si rivelano particolarmente importanti per il nostro viaggio al centro del nichilismo le implicazioni metafisiche del problema dell'energia. Secondo Sgalambro, gli scritti sulla termodinamica di Sadi Carnot, Rudolf Clausius o Ludwig Boltzmann sono più decisive per la metafisica che le opere filosofiche di Aristotele o Hegel. Grazie alla teoria termodinamica, nostra fisica chiama il «nulla» dal suo nome, quando formula la seconda legge della termodinamica, che costituisce l'attacco più potente di Boltzmann contro Schopenhauer e Nietzsche.[20] Il merito della scienza moderna è, soprattutto, «havere oggettivato il nulla», in primo luogo, attraverso il omnipresente calcolo matematico[21] —che è di per sé puro nichilismo, dal momento in cui dissolve il ente in vuote formule—, e poi, attraverso la teoria fisico-chimiche, il cui modello dell'universo finisce per crollare nel baratro dell'entropia.

Sgalambro considera Mainländer il primo degli terribili teologi contemporanei che ha capito che l’entropia fisica è l'eco di un'entropia teologica molto più profonda. La radiazione di fondo che i nostri astrofisici hanno scoperto non è nient'altro che l'eco della voce del Dio morto, il cui auto-annientamiento ha dato origine al mondo:

«Da cuando Nietzsche se ne appropriò, senza tanti complimenti, allora risuonò un prima e un dopo anche per il topos della "morte di Dio". (...) Per Mainländer (...) il mondo è l'effetto dell’autoannullamento della Causa (...): "Gott ist gestorben und sein Tod war das Leben der Welt". (...) Mainländer scrive che Dio passa da essere a non essere, da trascendente a immanente. È come se Dio —designando questo nome solo il momento iniziale ―― si deteologizzasse man mano, si sdivinizzasse progressivamente. [Per Mainländer, dice Sgalambro] L'idea di Dio rediventerebbe leggitima se fosse pensata come l’esplosione di un centro ideale, di una X, e questa colta nell’atto del disgregarsi. Davanti all'immagine dell’ Esse ipsum che si dissolve, l'arretratezza dell'ateismo sarebbe evidente. Il problema determinante della metafisica diverrebbe quello dell’autoannientamento di Dio. Le cose si costituirebbero per una specie di effimera entificazine, per un momentaneo arresto dell’Essere nel corso del suo volgersi in Niente.»[22]

Così, la nostra scienza fisico-matematica, esperta di buchi neri, ci porta al centro del «buco nero» divino. Ci fa capire che questo universo miserabile sparirà senza rimedio, a causa della sua «morte termica [Wärmetod]». Unendo, ironicamente il entropismo di Mainländer con il vitalismo bergsoniano, Sgalambro sostiene che il nostro cosmo è attraversato da un élan mortel, che lo trascina verso la sua dissoluzione. E afferma, come Mainländer, che la morte termica dell'universo sostituisce il eschaton redentrice: è una specie di «Apocalisse termodinamico», ma progressivo e tranquillo, descritto per Sgalambro in termine creposculari[23], che ci ricordano l’ultimo dei Vier letzte Lieder di Richard Strauss, Im Abendrot:

«È un momento ineguagliabile. Uno spegnersi lento e maestoso, dolce e senza susolti. Quasi bello come un tramonto cantato in un vecchio Lied. Fini du tout.»[24]

Come Mainländer, e a differenza di Nietzsche, Sgalambro ci propone, pertanto, una «filosofia della distruzione», non della creazione, perché anche la creatività traboccante, sia naturale o artistica, soltanto è un dissipare ancora più veloce e più energico delle forze vitali, como espone Mainländer nel suo romanzo Rupertine del Fino, attraverso la figura del pittore Otto von Dühsfeld, che sperpera le sua forza creatice fino alla morte:

«Quando sente dire "creazione", è necessario che corregiate: dite "distruzione". (...) Questa distruzione originaria la conferma (...) la teoria di un giovane (esposta nella Philosophie der Erlosung), che io voglio così riasumere: l’idea di totalità ridiventa legittima se essa viene pensata come il distruggersi di un centro ideale di una X, ed è colta perciò nell’atto di disgregarsi da un Dio assieme a lui stesso. Siamo distrutti da un Dio assieme a lui stesso? (Il giovane di cui parlamo lo pensa).» [25]

Sulla base della sua particolare versione del principio spinoziano: «Deus sive natura (mortua)», Mainländer costruisce la sua teoria etica e politica. In etica, predica la rinuncia della vita e la verginità, come modi per raggiungere la redenzione individuale, dopo la comprensione che il non-essere è preferibile all’ essere; in politica, egli difende il comunismo, all'interno di quello che lui chiama lo "stato ideale", che dimostrerà a tutti gli esseri umani che la ricchezza e l’accumulazione di capitale non fornisce felicità. Avendo raggiunto questa cognoscenza, gli uomini intraprenderanno il cammino della vera redenzione, attraverso la rinuncia collettiva alla vita.

Sgalambro basa anche la sua filosofia pratica sulla concezione entropica della realtà. Il suo obiettivo è sviluppare una «critica della ragione pratica ad uso dei morenti»[26], vale a dire, un'etica e una politica che pensano prendendo come punto di partenza la fine di tutte le cose, «das Ende aller Dinge»[27], e non l’origine dell'universo. Dobbiamo immaginare di essere «contemporanei della fine del mondo»[28], perché solo con l'adozione di questa prospettiva si può capire l'assurdità del male e del dolore, e possiamo affrontare insieme ai nostri compagni questo viaggio assurdo verso il nulla, e dire addio a loro con un abbraccio fraterno. Solo la consapevolezza di una catastrofe universale può servire come base per un'etica e una politica in grado di legarsi a tutti gli esseri umani.

L’imperativo della nuova morale sgalambriana dice: "vivi da contemporaneo della fine del mondo"[29]. Alla base della consolazione etica e della peculiare versione del comunismo che ci propone il filosofo siciliano, è la certezza dell’inevitabile disastro che minaccia di gettarci nel vortice del nulla. Se Mainländer costruisce la sua etica sul egoismo, illuminato dalla conoscenza della verità, l’etica sgalambriana si basa sull'idea di consolazione, che Sgalambro prende, soprattutto, da Seneca, Boezio e la letteratura consolatoria dell'umanesimo rinascimentale.

Tuttavia, la consolazione che ci propone Sgalambro esclude qualsiasi speranza religiosa: in un mondo destinato all'annientamento, in cui la verità è contro noi e in cui tutto si muove verso la fine e la morte, sia individuale che collettiva, sembra chiaro che non possiamo aspettarci nulla, tranne avere il coraggio di finire con dignità[30]. L’etica deve darci la forza di sopportare la verità fatale, non attraverso l'azione (che di solito apre la strada a mali più grandi), ma attraverso il gesto e la parola, che rafforzano l'anima angosciata del soggetto e confortano ai disperati, insegnandogli a non aspettare nulla. Quindi, paradossalmente, è la disperazione che consola l'individuo (poiché l'angoscia e la disperazione sorgono quando l'uomo si aspetta qualcosa que non arriva mai)[31]. Nella etica sgalambriana per morenti, la semplice parola è «l'ultima luce»[32] , che illumina al soggtto in sugli ultimi passi, prima della sua fatale estinzione. La forza persuasiva che Sgalambro attribuisce alla parola, ci riccorda il concetto di persuasione teorizzato da Michelstaedter[33], ed è l'unica risorsa che ha il filosofo peggiorista per aiutare il suo prossimo a consolarsi dalle miserie della vita.

Nel campo della politica, Sgalambro e Mainländer sono contro Schopenhauer, è a favore del comunismo, anche se il comunismo sgalambriano è un comunismo disperato, che si trova prossimo al «punto di arrivo del pessimismo occidentale»[34]. Paradossalmente, il comunismo sgalambriano ha una sfumatura di conservatore, perché Sgalambro rifiuta esplicitamente ciò che egli chiama il «comunismo della merde», dei mendicanti e miserabili, e si basa, piuttosto, nella consapevolezza che è necessario unirsi e collaborare con altri, al fine di rendere la vita più sopportabile e preservare ciò che è possibile in un mondo in cui, come abbiamo detto, tutto è contro noi. Il comunismo è, inoltre, l'ultima speranza per il mondo occidentale ―unica civiltà che merita questo nome, perché Oriente e l'Islam, secondo Sgalambro, sono soltanto «modi di vita» e non civiltà―, un mondo che esausto e privo di energie, è in declino[34 bis]. Ma noi, occidentali in tramonto, abbiamo il vantaggio di «guardare da vicino la fine del mondo»[35], e questo ci renderà più consapevoli della verità e più capaci di prepararci per l'avvento del «età del grande pessimismo», in cui «bande di occidentali (...) praticheranno il “comunismo”, mentre le stelle si spegneranno una ad una.» [36] Il comunismo sgalambriano è una specie di «comunismo per i solitari», in cui gli ultimi eredi della nostra cultura collaboreranno disperatamente per salvare gli ultimi resti del naufragio della nostra civiltà, "la più bella forma che la storia abbia mai avuto"[37].

Per quanto riguarda, infine, il campo dell'estetica, faremo un breve confronto tra l'estetica di Schopenhauer, Mainländer e Sgalambro. Mainländer e Sgalambro rifiutano l'estetica schopenhaueriana, e il suo concetto della «migliore coscienza», caratteristica di un soggetto emancipato dalla volontà; entrambi rifiutano anche la teoria schopenhaueriana dell’arte come rifletto delle idee e la «metafisica della musica» di Schopenhauer.

Mainländer definische l'arte come «la riflessione trasfigurata della natura»[38], che permette l'uomo, da un lato, capire se stesso e il mondo e, d'altro, trovare un palliativo all'inferno della esistenza. Se l'arte è realistico, mostra i movimenti interni della volontà umana; se l’arte è idealista, l’arte ci fa rivivere, per un momento, l'inizio del mondo, nel quale Dio aveva ancora completa armonia interna, o anche il primo movimento, libero e armonico, per cui Dio ha deciso di trascorrere del essere al non-essere.

La musica, per la sua parte, grazie alle vibrazioni sonore, riesce a farci vibrare con gli umori di altri essere umani: così, anche se non è l'arte suprema (questo titolo è dato da Mainländer alla poesia), è l'arte più commovente. Arte e musica sono i prolegomeni della redenzione, perche preparano il nostro spirito per una redenzione, che solo possiamo raggiungere attraverso una etica basata nell'aumento della conoscenza.

Sgalambro interpreta anche arte e musica come il «balsamo di Fierabrás» di Don Chisciotte, in grado di alleviare, in una certa misura, il dolore dello spirito umano. Entrambi sono una parte essenziale della impedimenta che devono portare con sé i cavalieri dell'inteletto che cercano di avventurarsi nel centro di nichilismo. Ma il filosofo da Lentini respinge categoricamente la tesi nietzscheana secondo la quale «come fenomeno estetico l’esistenza e il mondo sono eternamente giustificati». Per Sgalambro, la tesi di Nietzsche che sostiene che «l'esistenza è sempre sopportabile come fenomeno estetico»[39], è principalmente responsabile per la liquidazione del pessimismo (per cui il mondo è privo di qualsiasi giustificazione), e la sostituisce con il pensiero crudele della tragedia:

«Le parole corruttrici di Nietzsche: la esistenza e il mondo sono giustificati come fenomeno estetico, cioè come tragedia (...) [segnano la liquidazione del pessimismo teorico]. La sofferenza como levatrice della belleza e dell’affermazione eroica, ecco il senso nefasto e antipessimistico del tragico; la trasformazione del mondo in oggeto eroico-esteico. Dal pessimismo qui si passa al tragicismo, dove l’orrore del mondo diventa oggeto del piacere dei re. (...) Ma il pessimimo “superato” in tragicismo chiede di essere retroceso.»[40]

Contro questa interpretazione che giustifica la crudeltà dell'esistenza, Sgalambro dissocia la «bellezza» e l'«essere». La bellezza è caratterizzata, secondo Sgalambro, per trascendere e distruggere l'opera d'arte, che è attraversata da qualcosa che non appartiene alla realtà: il bagliore della bellezza:

«Il Bello fa a pezzi quel pezzo di essere che è l’opera d’arte. È l'insufficienza patente dell'essere a farci anelare al Bello.»[41]

«Nella bellezza la stessa opera d’arte scompare inghiottita dal sacro fuoco. La bellezza distrugge l'opera d'arte attraverso cui appare. (...) La bellezza è l'esodo da questo mondo."[42]

Quindi, per Sgalambro, bellezza non è un trascendentale dell’essere[43], né «lo splendore di tutti i trascendentali insieme»[44], come sostengono Gilson o Maritain, rispettivamente, ma il desiderio di qualcosa di meglio che l’essere, e lei appare quando l'opera d'arte è spazzata nella sua realtà volgare: «[l'opera d'arte deve] morire perché il bello appaia, [lasciandoci] solo " l'anéantissement"»[45]. Qualcosa di simile dichiara Mainländer nel suo romanzo Rupertine del Fino, quando dice che per catturare la bellezza dell’opera d'arte, è necessario penetrare nel suo «etere luminoso» e andare «al di là di loro»[46].

La teoria musicale di Sgalambro è eclettica, mescolando i contributi di Schopenhauer e Nietzsche, anche senza i componenti mistiche che il filosofo di Danzig attribuische alla musica. Sgalambro coincide con Schopenhauer quando pensa che «la musica rivela l'essenza del mondo», ma proprio per questo motivo (perche la musica cerca di comprendere e di armonizzare le dissonanze del mondo), può diventare orribile[47].

L'originalità di Sgalambro si trova, sopratutto, nella sua valutazione della musica pop-rock rispetto alla musica classica contemporanea, e nella ricerca delle radici di questa musica leggera nella filosofia di Nietzsche.[48] Secondo Sgalambro, la musica pop-rock è il dionisismo del nostro tempo, essendo le discoteche e sale da concerto «piccoli nirvana»[49], in cui giovani neoplatonici, vestiti in t-shirt e pantaloncini, cercando di realizzare la fusione con quella unità che non esiste più.[50]

Schopenhauer pensa che la musica è l’arte supremo, capace di esprimere i movimenti della «cosa in sé», cioè della volontà; Sgalambro, per parte sua, rende la musica, per così dire, l' organon della sua filosofia. Queste canzonette moderne, in cui «sembra che si sia concentrata tutta la poesia possibile nel nostro tempo, come se essa vi esalasse l'ultimo —o almeno il penultimo respiro»[51], sono, da un lato, un divertimento e una consolazione per gli uomini di questo tempo terminale, in cui duemila anni di civiltà occidentale sono naufragati[52], ma, d'altra parte, la musica popolare dei nostri giorni, a causa della sua scarsa qualità, è un’evidente testimonianza della morte dello spirito. In questo senso, per Sgalambro, come dice A. Carulli, «pop è l’altro lato del sole che muore, the bright side of the moon».[53]

Queste canzoni, di per sè insignificanti, incarnano perfettamente il nulla verso cui stiamo andando: da qui la proliferazione delle morti premature e i suicidi tra i giovani musicisti dell'epoca del grande nichilismo, e anche la tendenza diffusa a perdita di coscienza, causata da alcol e droghe, che hanno caratterizzato le masse del pop & rock’roll. Musica leggera è, senza dubbio, musica «entropica», musica che distrugge se stessa[54], ma allo stesso tempo, è una musica capace di unire gli esseri umani tra loro, nella comunità fraterna dei concerti, anticipando così il comunismo che dovremmo mettere in pratica quando si avvicinano gli ultimi giorni dell'umanità.

Consolazione, arte e musica, sono le tre «armi» che il cavaliere dell'inteletto sgalambriano deve esercitare contro i giganti del nichilismo e la disperazione. E il suicidio? Non si è suicidato il suo ammirato Mainländer, imitando così il primo atto, assolutamente libero, consumato dalla divinità pre-cosmica? La verità è che Sgalambro non ha commesso il suicidio e visse fino all'età rispettabile di novant'anni. Pensava forse, come Cioran, qu gli «ottimisti che già non riescono a essere ottimisti, così appena si suicidano. Altri, non avendo alcuna ragione di vivere, perché avremmo dovuto morire?»[55]

In una lettera, redatta dal suo alter ego Anatol a un'amica immaginaria, ci dice: «per l'eroe morale esso [i. e. il suicidio] è sempre possibile, egli ha sempre aperte le porte del mondo, da cui uscire, come per una passeggiata. Sorride e tira alla tempia. Vi autorizzo a uccidervi, sì, ma solo in un momento di gioia.» [56] Ma, in un mondo come quello che abbiamo descritto sopra, quando ci sarà dato godere di un «momento di gioia»? Quindi il suicidio può essere rinviato: «Un giorno bisognerà certo spararsi, ma per intanto viviamo ("Io sono" non significa "io esisto", secondo la dabbenaggine di Descartes, ma io "non mi sono ancora ucciso”. Nell’epoca della fine del mondo, questo è cartesianismo)».[57]

Il suicidio era tipico di un tempo più serio, come l'antichità classica, nella quale la vita è stata piena di illusioni, e delusioni spingevano l'uomo a porre fine alla sua vita, perche questa aveva perso il suo valore. Ma, dopo la catastrofica morte di Dio, noi siamo morti in vita, perché viviamo in un tempo terminale, che non ha illusioni. Allora, perché mettere un fine a una vita che è ormai finita? Veramente, il suicidio sempre può essere praticato, ma è una soluzione che è diventata obsoleta. Coloro che si suicidano, invece di dimostrare la loro indignazione contro l'ingiustizia della vita e la possibilità di una vita più dignitosa, avranno solo una breve notizia nelle media, una notizia che andrà persa immediatamente nel nulla e nell'oblio. Pertanto, è meglio che rimandiamo la nostra inutile morte, inutile come la vita stessa. Come diceva Battiato nella sua canzone, con testi di Sgalambro, Breve invito a rinviare il suicidio:

«Va bene, hai ragione / sei ti vuoi ammazare;» / vivere é un'offesa / che desta indignazione. / Ma per ora rimanda, / È solo un breve invito, rinvialo. // Va bene, hai ragione / se ti vuoi sparare. / Un giorno lo farai / con determinazione / Ma per ora rimanda / È solo un breve invito, rinvialo. // Questa parvenza di vita /Ga reso antiquato il suicidio / Questa parvenza di vita, signore, / non lo merita, solo una migliore.»

Grazie mille.

[1] "Leopardi, Michelstaedter, Rensi, Flaiano (sic) Sgalambro, Ceronetti, Rigoni: les métaphysiciens des ruines. Tous italiens. Pour avoir connu la grandeur politique et l'avoir perdu, il ne leur reste désormais plus une seule illusion à son sujet. Comparés à eux, nous sommes de naifs, presque des nouveaux-nés. À les lire, nous pouvons avoir un aperçu de notre futur. Un jour, peut-être, nous écrivirons comme eux." (DE SUTTER, Laurent, De l'indifference à la politique, PUF, Paris, 2015: https://books.google.es˃book).

[2] Cfr. VASEK, Th., Schein und Zeit: Martin Heidegger und Carlo Michelstaedter. Auf den Spuren einer Enteignung, Matthes & Seitz, Berlin, 2018.

[3] SGALAMBRO, M., La conoscenza del peggio, Adelphi, Milano, 2007, p. 109.

[4] SGALAMBRO, M. La morte del sole, Adelphi, Milano, 20179, p. 84.

[5] SGALAMBRO, M., La conoscenza del peggio, Op. cit., pp. 120-21..

[6] SGALAMBRO, M., Dialogo teologico, Adelphi, Milano, 1993, pp. 12-13.

[7] SGALAMBRO, M., La morte del sole, Op. cit., pp. 152-153.

[8] SGALAMBRO, M., De mundo pessimo, Adelphi, Milano, 2004, p. 24.

[9] SGALAMBRO, M., De mundo pessimo, Op. cit., p. 40.

[10] SGALAMBRO, M., Anatol, Adelphi, Milano, 1990, p. 49.

[11] SGALAMBRO, M., Della misantropia, Adelphi, Milano, 1990, p. 66.

[12] SGALAMBRO, M. , Dialogo teologico, Op. Cit., p. 48.

[13] SGALAMBRO, M., Lettera sull'empietismo, in: De mondo pessimo, Op.Cit., p. 218.

[14] SGALAMBRO, M., Dialogo teologico, Op. Cit., p. 31.

[15] Cfr. HEGEL, G. W. F., Scienza della logica, I, 1 ° sezione, capitolo 1, a-b.

[16] SGALAMBRO, M., Lettera sull'empietismo, in: De mondo pessimo, Op. Cit., pp. 248-50.

[17] CARULLI, Introduzione a Sgalambro, Il Melangolo, Genova, 2017, p. 112.

[18] SGALAMBRO, M., Il cavaliere dell'inteletto, libretto per l'opera di F. Battiato, presso: sgalambro.altervista.org.

[19] SGALAMBRO, M., Anatol, Op. Cit., p. 147.

[20] SGALAMBRO, M., La morte del sole, Op. cit., pp. 75-96.

[21] SGALAMBRO, M., Anatol, Op. Cit., p. 76.

[22] SGALAMBRO, M., Della misantropia, Op. cit., pp. 42-44.

[23] CF SGALAMBRO, M. Dialogo teologico, Op. cit., p. 40.

[24] SGALAMBRO, M., La morte del sole, Op. cit.,p. 218.

[25] SGALAMBRO, M., Anatol, Op. Cit, p. 106.

[26] SGALAMBRO, M., La conoscenza del peggio, Op. Cit., p. 13.

[27] SGALAMBRO, M., Anatol, Op. Cit., p. 81.

[28] SGALAMBRO, M. Dialogo sul comunismo, in: De mondo pessimo, Op. Cit., p. 110.

[29] Ibid. e SGALAMBRO, M., Dialogo sul comunismo, in: De mondo pessimo, Op. Cit., p. 115

[30] SGALAMBRO, M. , Dialogo teologico, Op. Cit., p. 40.

[31] SGALAMBRO, M., La consolazione, Adelphi, Milano, 1995 (La consolación, Pre-Textos, Valencia, 2008, pp. 236-42).

[32] SGALAMBRO, M., La consolación, Op. cit., p. 179.

[33] Cfr. MICHELSTAEDTER, C., La persuasione e la rettorica, Adelphi, Milano, 1982 (La persuasión y la retórica, Sexto piso, Madrid, 2009).

[34] SGALAMBRO, M. Dialogo sul comunismo, in: De mondo pessimo, Op. Cit., p. 93.

[34bis] Recentemente, Michel Onfray ha raccolto queste idee circa l'imminente e inevitabile declino dell'Occidente, nel suo libro Décadence (2017). È interessante notare che, nonostante la somiglianza, quasi letterale, delle sue riflessioni con le idee di Mainländer e Sgalambro, non menziona una volta nessuno dei due autori in questo libro voluminoso di oltre 600 pagine!

[35] SGALAMBRO, M., Anatol, Op. Cit., p. 151.

[36] SGALAMBRO, M. Dialogo sul comunismo, in: De mondo pessimo, Op. Cit., pp. 97-98.

[37] Ibid.

[38] Philosophie der Erlosung, Band 1, Schriften in vier Bänden, hrsg. u. mit einem Vorwort v. Winfried H. Müller-Seyfahrt, Olms Verlag, Hildesheim-Zürich, 1996, Anhang: Kritik der Lehren Kant Schopenhauer - Aesthetik, p. 515.

[39] Cfr. La nascita della tragedia, parte 1, § 5 e La gaia scienza, § 107.

[40] SGALAMBRO, M., La morte del sole, Op. Cit., pp. 156-57.

[41] CARULLI, Introduzione a Sgalambro, Op. Cit., p. 142.

[42] SGALAMBRO, M., Anatol, Op. Cit., pp. 131-132 e 134.

[43] GILSON, E., Le Philosoph et la Théologie, Fayard, 1960.

[44] MARITAIN, J., Art et scolastique, Paris, 1920.

[45] SGALAMBRO, M., Anatol, Op. Cit., p. 135.

[46] MAINLÄNDER, Ph. Rupertine del Fino, Guillermo Escolar editor, Madrid, 2018, p. 104.

[47] SGALAMBRO, M. , Dialogo teologico, Op. cit., pp. 87-88.

[48] SGALAMBRO, M., Teoria della canzone, Bompiani, Milano, 2012, p. 6.

[49] SGALAMBRO, M., Teoria della canzone, Op. Cit., p. 6., e La conoscenza del peggio, Op. cit., pp. 44-45.

[50] SGALAMBRO, M., Teoria della canzone, Op. cit., pp.19-36.

[51] Ibid., pp. 6 e 31.

[52] Ibid., pp. 17-37.

[53] CARULLI, Introduzione a Sgalambro, Op. Cit., p. 179.

[54] SGALAMBRO, M., Teoria della canzone, Op. Cit., p. 58.

[55] Sillogismi dell'amarezza, 1952.

[56] SGALAMBRO, M., Anatol, Op. Cit., pp. 91-92.

[57] Ibid., pp. 91-92.

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