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Textos leídos en la presentación de la edición española de "Rupertine del Fino" (Librería


"Laudatio" (Dr. W.-H. Müller-Seyfahrt, Presidente y portavoz de la IPMG)

"Madrid - 15/06/2018

LIBRERÍA "ANTONIO MACHADO"

Estimados señores y señoras:

Es para mí un honor muy especial estar hoy aquí, presentando esta edición de la novela filosófica Rupertine del Fino, junto al editor y el traductor de la misma.

Esta extraordinaria edición no se distingue solamente por el simple hecho de su publicación, sino que la traducción al español ennoblece, por así decirlo, las ediciones anteriores. Gracias a las traducciones y ediciones españolas, igualmente meritorias, de la Filosofía de la redención y de los Poemas, así como de los fragmentos dramáticos de Tiberio y Buddha, realizadas por Manuel Pérez Cornejo y Carlos Javier González Serrano, la obra filosófica y literaria de Mainländer resulta accesible por primera vez en el espacio cultural hispano.

El ámbito cultural europeo cuenta con el talento multidisciplinar de Philipp Mainländer, capaz no solo de formulaciones filosóficas impactantes, sino dotado también de extraordinarias capacidades estilísticas, desde el punto de vista literario. Mainländer utilizó la literatura para promover lo que era su objetivo principal: difundir su filosofía y hacerla comprensible. Consciente de los problemas de recepción que presenta, por su elevada abstracción, un sistema filosófico, Mainländer escribió una serie de obras literarias para su proyecto de la Filosofía de la redención. Los dramas que escribió y su Autobiografía persiguen la misma meta.

Esta figura excepcional del siglo XIX une filosofía y literatura de un modo que solo hemos llegado a conocer en el siglo XX a través de los existencialistas franceses, Sartre y Camus. Igual que ellos, y consecuente con sus premisas, Mainländer, en sus obras literarias, consigue una exposición estética de los enunciados fundamentales de su mundus suicidalis. Los protagonistas de su literatura, como los que aparecen en la novela filosófica Rupertine del Fino, cumplen de manera vicaria el proceso de aniquilación, sin ser conscientes de ello. Nosotros, como lectores, podemos, sin duda, sentirnos reflejados en tales personajes y extraer una interesante enseñanza de todo ello.

A través de este ejemplar trabajo de edición del doctor Cornejo, autor de la Introducción del libro, así como del Epílogo del mismo, escrito por C. Serrano, se promueve la recepción internacional de la novela y se hacen posibles los conocimientos que acabamos de mencionar.

Les deseo que la lectura de Rupertine del Fino les resulte provechosa, tanto estética como filosóficamente.

¡Muchas gracias!"

"PRESENTACIÓN DE RUPERTINE DEL FINO (Manuel Pérez Cornejo, "Viator", Presidente de la Sección Española de la IPMG)

Buenas tardes y bienvenidos:

En primer lugar, quiero agradeceros a todos vosotros, y muy especialmente al Dr. Winfried H. Müller-Seyfahrt, vuestra asistencia a este acto de presentación de la primera edición española de la novela corta del filósofo y literato alemán Philipp Batz, quien, como supongo sabéis, quiso ser conocido con el sobrenombre de Philipp Mainländer, en homenaje a su patria chica, la localidad de Offenbach am Main.

Se trata de la tercera de sus obras principales que aparece en nuestro idioma, después de la Filosofía de la redención, editada por Xorki en 2014, y Diario de un poeta, que editó Plaza y Valdés al año siguiente. Creo que España, tan desastrosa en otros aspectos, que todos conocemos bien, puede sentirse orgullosa, al menos, de ser el país en el que más obras se han traducido de este filósofo germano, que, por fortuna, empieza a dejar de ser marginal y en algunos círculos ha pasado a ser un «filósofo de culto».

Puedo decir que su pensamiento comienza a ser también conocido y estudiado en Hispanoamérica, sobre todo en México, donde mi amigo Fernando Burgos Cruz organizó hace pocos meses un Congreso para analizar diversos aspectos de la filosofía mainländeriana, y prepara un libro colectivo dedicado a nuestro autor; también en Argentina existe una recepción creciente de Mainländer: el escritor Nicolás Fiks va a publicar un poemario titulado Morir de hambre, inspirado en Hegesías de Cirene y en los escritos de Mainländer; asimismo, Darío Romero, de la Universidad del General San Martín, me ha informado de que existe por allí un número creciente de mainländerianos y schopenhauerianos. A ellos hay que unir, como no, el nombre de la Drª. Sandra Baquedano Jer, pionera en la introducción de Mainländer en Chile, con su imprescindible traducción de la Antología mainländeriana realizada por Ulrich Horstmann en 2003, que publicó FCE en 2011.

Pero vamos a centrarnos en Rupertine, y tratemos de reconstruir el contexto de su redacción. En 1875 Mainländer había escrito ya la Filosofía de la redención y esperaba los primeros ejemplares de su libro con impaciencia. Él mismo nos dice que consideraba concluida la parte teórica de su proyecto filosófico y se disponía a abordar la parte práctica.

Para él, ese paso a la acción tenía dos aspectos: el primero, cumplir con su viejo ideal de ser soldado, lo que le había llevado a alistarse durante un año aproximadamente como coracero voluntario en la caballería prusiana (un coracero ya talludo, porque su solicitud le había sido denegada en varias ocasiones; en cualquier caso esto explica el conocimiento del mundo equino del que hace gala Mainländer en Rupertine).

Este prurito militarista del filósofo tiene su origen en el estallido de la Guerra Franco-Prusiana: Mainländer estaba convencido de que el próximo paso histórico iba a ser un conflicto entre Francia (heredera para él del despotismo oscurantista romano) y la Alemania protestante, adalid, según Mainländer, de la lucha por la libertad del pensamiento y la cultura, necesarias para la redención del ser humano. Unos años después, las dos Guerras Mundiales harían realidad esta lucha anticipada por Mainländer, aunque quizás en un sentido muy distinto, y bastante más sombrío, del que él se imaginaba.

El otro proyecto que tenía en mientes Mainländer era socio-político: en la Filosofía de la redención expresaba que una de las tareas más urgentes de nuestra época es luchar para resolver la «cuestión social» y poner fin a la miseria de los trabajadores, liberándoles de las garras del capitalismo; así sería posible hacerles comprender, una vez satisfechas todas sus ansias de disfrute material, la vanidad de todo deseo mundano. Mientras los pobres crean que los ricos son más felices por tener muchos placeres —piensa Mainländer—, la verdadera liberación, que es la liberación de la miseria de vivir, será imposible.

Esto le llevó a plantearse colaborar con el Partido Socialdemócrata Alemán, fundado por Ferdinand Lasalle en 1863, bajo el nombre de Asociación General de Trabajadores de Alemania, a fin de luchar por la realización de lo que él llamaba el «Estado ideal» socialista.

Ahora bien, sabemos por su correspondencia con su hermana Minna, que a esta la parecía deshonrosa cualquier vinculación de su burgués hermano con la gleba socialista, por lo que trató de impedirle por todos los medios que colaborase con dicho partido. Hoy me parece claro que esta fue una de las causas más importantes del suicidio de Mainländer. En efecto, se ha considerado que su filosofía constituye una apología del suicidio; pero creo que esto es un grave error: la filosofía de la redención, como él mismo dice, no censura al suicidio, pero tampoco lo recomienda (cosa que sí hace con la virginidad). La figura más importante para dicha filosofía es la del «héroe sabio», versión mainländeriana del Bodhisattsva del budismo, es decir un ser iluminado, que se encuentra embarcado en la búsqueda de la suprema iluminación, no sólo en beneficio propio, sino en el de todos, de manera que no busca solamente la salvación individual, sino la colectiva: en el budismo Māhāyana es alguien comprometido en reducir el sufrimiento de los otros, cultivando las cualidades del amor y la compasión. Según Mainländer, esta tarea le correspondía actualmente al socialismo. Pues bien, al ver que no podía pasar a la acción, tal como él la imaginaba y deseaba, sintió que su vida carecía ya de finalidad alguna y se hundía en el vacío, por lo que se decidió a dar el salto definitivo, para perderse en él, no sin antes redactar unos Discursos a los trabajadores alemanes y los estatutos de una fabulosa «Orden del Grial», una suerte de «caballeros del espíritu», que debían de sustituir a la francmasonería en decadencia, para luchar por la liberación de la Humanidad. Los Caballeros del Grial que aparecen en el Parsifal wagneriano nos permiten hacernos una idea de la estructura y cometidos de dicha orden justiciera.

En medio de esta disputa entre hermanos, Minna desafió a Philipp, diciéndole que le veía incapaz de escribir una novela. Mainländer que, como hemos dicho, estaba redactando los doce ensayos que formarían posteriormente el contenido del segundo volumen de la Filosofía de la redención, se sintió espoleado por el reto de su hermana, que ponía en solfa su facultades creadoras, y se puso a escribir (¡en solo diez días!) la que sería su primera y única novela, a la que puso el «stendhaliano» título de Rupertine del Fino.

Rupertine es una novela filosófica. ¿Qué significa esto? Significa que es un relato que nos hace pensar. Heidegger, en su famoso ensayo ¿Qué significa pensar? (1954) nos dice que habitualmente se cree que los saberes encargados de “pensar” son las ciencias y la filosofía, pero Heidegger afirma, que, paradójicamente, las ciencias no piensan, propiamente «lo que hay que pensar», sino que se encargan de calcular y demostrar, con la mayor eficacia posible, dejando de lado el misterio del ser; y, la filosofía, por su parte, que debería ser la encargada de pensar dicho misterio, lo ha «olvidado», y ha tomado como modelo a las ciencias, siendo así infiel a su vocación inicial.

Para Heidegger, el misterio del ser solo puede ser desvelado por el poetizar. En este sentido, nos dice que «la esencia de la poesía descansa en el pensar»; o sea, que los saberes que siempre se ha pensado que “pensaban”: la ciencia y la filosofía, según Heidegger no han pensado, o han pensado mal, mientras que aquellas actividades que se ha pensado que “no pensaban”, es decir, la poesía, y por extensión, la literatura, el arte y la música, son las que se han encargado de pensar ese misterio que «le da la espalda al hombre y se retira, pero le atrae, de manera que de algún modo está presente y tira de él». Ese enigma que la literatura, el arte y la música nos desocultan, sin revelárnoslo nunca del todo es el verdadero ser de las cosas, la verdad de la vida. Por lo demás, en esto coincide Heidegger con su admirado Rilke, quien, en una carta escrita el 4 de agosto de 1925 desde el Château de Muzot, afirma que la poesía, y el arte en general, nos abren «la dimensión profunda de nuestro interior».

Así pues, la literatura y el arte piensan, pero su pensamiento es un pensamiento estético, es decir, marcado por el lenguaje de la sensibilidad, que implica una manera de conocer la realidad no encorsetada por el lenguaje de signos abstractos que utiliza la razón científica, sino que se vale del mito, la metáfora y los símbolos. Se trata de lo que Rudolf Arnheim llama un «pensamiento visual» (visual thinking). Esto quiere decir que los literatos, igual que los artistas y los músicos están pensando, pero más profundamente que los científicos y filósofos, porque añaden a los conceptos una dimensión simbólica y sentimental (es decir, vital), de la que carecen esos otros saberes, que operan con frías fórmulas o secos conceptos. Por eso, la literatura (igual que la música y el arte) nos atrae con una fuerza de la que carecen la ciencia y la filosofía.

James Hillman, el conocido psicólogo junguiano, teórico de la psicología arquetipal, ha denominado a este tipo de pensamiento el «pensamiento del corazón», pues se refiere a arquetipos, bien se trate de «situaciones arquetípicas», bien de «arquetipos humanos». Este pensamiento estético, además, como supo ver muy bien Nietzsche, es un pensamiento que, sin renunciar a la racionalidad de Apolo, reivindica a Dionisos, como dios que simboliza la pluralidad de razones, e incluye lo irracional como manera de aproximarse a la realidad, pues Dionisos sabe que vivir con una sola razón es algo completamente equivocado, y a la larga funesto: porque la realidad de la vida es plural y contradictoria, y por eso no puede ser interpretada únicamente a la luz de la lógica, sino que también hay que utilizar la «razón de la sinrazón» y la «lógica de la ambigüedad», propia del arte y la literatura, así como la lógica de los opuestos que, como afirma otro de los miembros de la escuela pesimista decimonónica, Julius Bahnsen, en su libro Lo trágico como ley del mundo (1877), es la que rige el conflicto trágico.

Sin duda, unos de los maestros de este pensamiento estético, perito en profundidades, ha sido Thomas Mann. Parece evidente que sus principales novelas: los Buddenbrook, Muerte en Venecia, La montaña mágica o Dr. Faustus son novelas «filosóficas», en el sentido que estamos dando aquí a esta expresión, porque nos hacen pensar, y mucho, desde el momento en que los distintos personajes que aparecen en ellas representan distintas maneras de afrontar los problemas fundamentales de nuestra existencia.

Como es bien sabido, Muerte en Venecia es un relato que reflexiona sobre la vida y la muerte, las condiciones que hacen posible la creación artística y la relación entre el genio artístico y la moralidad, en el marco de una relación homoerótica, de índole neoplatónica entre el escritor Gustav von Aschenbach y el joven efebo polaco Tadzio; todo ello ambientado en el incomparable marco de la ciudad de Venecia, que es, junto con Florencia y Roma, la «ciudad del arte» por excelencia. Thomas Mann no era filósofo, pero había leído y estudiado desde 1899 las filosofías de Schopenhauer y Nietzsche, que conocía muy bien: su genio consiste en haber sabido crear una galería de personajes arquetípicos, capaces de simbolizar los contenidos fundamentales de estas filosofías, pero de manera sensible.

Ahora bien, a finales del siglo XIX, Mann era asiduo lector del periódico Allgemeine Zeitung de Múnich, por lo que casi con toda seguridad pudo leer la versión de Rupertine elaborada por el Dr. Fritz Sommerlad, que se publicó en ese diario en 1899 (además, las entregas se publicaron en primera página, por lo que difícilmente podrían escapar a la atención de un lector tan atento como Mann). Negar la originalidad de Muerte en Venecia sería una herejía imperdonable para un admirador impenitente del genial Premio Nobel germano, como lo soy yo desde mi juventud, pero, como ha señalado el profesor Joachim Hoell, los evidentes paralelismos que existen entre las novelas de Mainländer y Mann nos permiten pensar que el relato mainländeriano debió influir en este último, sobre todo si tenemos en cuenta que ambos autores se confiesan discípulo y seguidor, respectivamente, de la filosofía schopenhaueriana.

Igual que Mann afirma que sus novelas están llenas de ideas tomadas de Schopenhauer, Nietzsche y Freud, Mainländer nos dice que para él «la poesía solo era un medio para la filosofía, otra manera de expresarme»; y esto que dice Mainländer de sus poesías, resulta válido también para sus dramas y su novela, que es, sin duda, su producto literario más maduro, y nos muestra qué habría podido dar de sí su autor, si hubiese decidido vivir más tiempo.

Guido Rademacher, en su libro Der Zerfall der Welt. Philipp Mainländer: kurz gelebt und lange vergessen. Vita und Werk eines Optimisten, afirma que Rupertine es un ejemplo prototípico del género denominado Künstlernovelle o «novela de artista», y constituye un compendio de la filosofía y las experiencias vitales de Mainländer, ya que en ella se «compila y resume su vida y pensamiento»; en este sentido, representa un unicum dentro de la literatura alemana, y quizás dentro de la literatura en general, porque contiene un sistema filosófico, el compuesto por Mainländer, que aparece formulado en sus páginas, aunque desde luego no explícitamente, sino estéticamente.

También Sven Brömsel ha hecho hincapié en los rasgos autobiográficos y filosóficos que proyecta Mainländer en su novela, utilizando para ello tres figuras arquetípicas (y antitéticas): por una parte, la del filósofo Wolfgang Karenner —cuya vida parece resumirse en el ascético sustine et abstine [soporta y renuncia] de los estoicos—, y, por otra, el alocado pintor Otto von Dühsfeld, junto a la propia Rupertine, en la que quizás proyectó Mainänder su concepto de lo femenino.

Lo que no cabe duda es que se trata de una novela cargada de lo que llamaba Kant «ideas estéticas», es decir, «representaciones de la imaginación que invitan a pensar mucho, aunque sin conceptos» (KU § 49). En este sentido, en Rupertine aparecen representadas estéticamente las principales ideas filosóficas de Mainländer a saber: que el mundo es resultado de la autodestrucción de un Dios, que, desesperado por el hastío de ser, decidió aniquilarse, para buscar el reposo en el no-ser, a través del devenir. Para Mainländer, por tanto, detrás de la voluntad de vivir, que es el noúmeno para Schopenhauer, se encuentra una suerte de «transnoúmeno», que es la voluntad inconsciente de morir, voluntad de auto-aniquilación, que es tanto más intensa cuanto más intensas son nuestras ansias de vivir y mayor derroche hacemos de nuestras fuerzas vitales. Vivir más y más intensamente, es uno de los caminos que conducen a esa «Roma nihilista» que es el Nirvana mainländeriano.

Por lo que yo sé, no nos consta ninguna lectura del Nacimiento de la tragedia (1871-72) por parte de Mainländer, de manera que nuestro filósofo no parece haber tenido noticia del par de conceptos polares de lo «apolíneo» y lo «dionisíaco» elaborados por Nietzsche; pero sin duda ambos pueden aplicarse perfectamente a la trama de Rupertine, y sirven para comprender la dinámica de la novela. Como afirma Guido Rademacher, Karenner simboliza la contemplación apolínea, el orden y la seguridad, mientras que Otto von Dühsfeld y Rupertine encarnan la pasión dionisíaca, asociada a la creatividad desbordante, pero también los instintos desbocados, el caos y la destrucción. Y también puede encontrarse un paralelismo entre los personajes de la novela de Mainländer y otros dos conceptos que introduce Nietzsche en Sobre verdad y mentira en sentido extramoral (1873): Karenner ejemplifica el «hombre racional», mientras que Otto responde al modelo del «hombre intuitivo»; y, como muy bien dice Nietzsche, ambos van siempre unidos a lo largo de la historia, predominando unas veces uno y otras veces otro, tal como sucede en nuestra novela, donde vemos a Rupertine oscilar entre estos dos tipos humanos, dominada por una suerte de fatalidad que la lleva a inclinarse por el segundo. Hay aquí un rasgo machista de Mainländer, que parece compartir la opinión schopenhaueriana de que las mujeres aman tanto la vida que no pueden seguir el camino de la filosofía, al menos de una filosofía que invite a renunciar a la vida. Conozco algunas mujeres que tirarían por tierra esta concepción schopenhaueriano-mainländeriana.

Las relaciones que establecen entre sí los protagonistas del relato mainländeriano recuerdan, asimismo, las que describe Goethe en Las afinidades electivas, novela en la que los fundamentos del matrimonio se ven conmovidos por fuerzas pasionales de naturaleza misteriosa, equivalentes a los poderes naturales de la química, ciencia que, por otra parte, tiene una enorme influencia en la teoría filosófica de Mainländer. Igual que sucede en la novela de Goethe, en Rupertine se despliegan reflexiones en torno a la moral, el dominio de sí y la dificultad para enfrentarse a las propias pasiones, estimuladas por el poder de la voluntad, todo lo cual hace de ambos relatos, el clásico indiscutible de Goethe y el más modesto de Mainländer, producciones literarias de gran actualidad. Goethe y Mainländer parecen coincidir a la hora de afirmar que quienes se ven arrebatados por las pasiones, se convierten en desgraciados en su intento de dejar de serlo; pero también vemos en Rupertine cómo la filosofía tampoco parece aportar mucha felicidad a Wolfgang Karenner en la eterna batalla que libran pasión y renuncia entre sí. Y, por otra parte, la novela muestra también que la eternidad que exige la pasión es imposible de alcanzar, debido a los límites de la naturaleza humana, y sólo encuentra su consumación en la tumba, lo que equivale a constatar el fracaso en vida de todas las aspiraciones trascendentes del ser humano.

Ambas obras: Las afinidades electivas y Rupertine pretenden, en fin, demostrar el vano intento de confinar la naturaleza en los límites de la razón: cuando la pasión está por medio, de nada sirven las convenciones y la cultura. La conclusión es en ambos casos la misma: es inútil buscar una síntesis satisfactoria entre razón y pasión, que sólo se conjugan en el seno de la muerte, bien sea una muerte real, como la que experimentan los atolondrados jóvenes de la novela, que consumen sus vidas en el fuego de la pasión, bien sea esa muerte en vida, a la que se ve abocado el filosófico Karenner, quien se queda al final solo, y condenado a sufrir más, precisamente por haberse concentrado en ayudar a sus amigos y haber renunciado a participar de los placeres de la vida.

En este sentido, todos los personajes que aparecen en este breve relato constituyen un trasunto del propio Mainländer, quien vivió en sí mismo la contradicción entre filosofía y vida, entre razón y pasión, y trató de conjugarlas en vano, optando, al contrario que Wolfgang, por abandonar el escenario de la vida. Algo lógico, si tenemos en cuenta que Mainländer era un sabio, mientras que Karenner, como dijimos anteriormente, es más bien un «héroe sabio», y por eso está condenado a pagar con más sufrimiento la ayuda que presta a los demás. ¿Qué redención queda para él? La novela no nos lo dice, y tendremos que imaginarla nosotros... Pero para eso es necesario que leáis el libro.

Muchas gracias, amigos."

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